PUNTO DE CRUZ






PUNTO DE CRUZ (DR)


Paco Reyes




A las mujeres de mi vida. Abuelas, madre y hermana.




Personajes:
Rebeca
Sebastián


I
Una pieza un poco obscura dividida por una cortina en sala-comedor y cuarto. Por una puerta se ve una cocina pequeña. Dos puertas más, una de entrada y la otra del baño.
Rebeca duerme en el sillón, con el rosario en las manos y un tejido de color azul sobre las rodillas. Sebastián  está sentado en el comedor. Tiene en la mesa algunos útiles escolares. Tras un momento se levanta y camina hacia ella en silencio. La observa. Con cuidado extrae del suéter de Rebeca las llaves de la casa.  La mira sonriente. Toma el tejido de las rodillas de Rebeca y comienza a deshilarlo mientras la ve. Lo coloca otra vez en las rodillas. Rebeca despierta.

REBECA: ¿Qué pasó?
SEBASTIÁN: Ya terminé la tarea.
REBECA: ¿Qué horas son?
SEBASTIÁN: Tarde.
REBECA: ¿Por qué tardaste tanto?
SEBASTIÁN: Porque era mucha.
REBECA: ¿Terminaste?
SEBASTIÁN: Sí.
REBECA: Entonces salúdame. Dame mi beso.
SEBASTIÁN: Te lo di ahorita que estabas dormida.
REBECA: Ya estoy despierta. Dámelo, anda, ni que estuviera muerta para que me lo des con los ojos cerrados. Dame uno bien tronado, que me sepa (Sebastián la besa). Eso, así (Rebeca le agarra los cachetes).
SEBASTIÁN: No me agarres los cachetes.
REBECA: Vamos a comer. Recoge tus cosas (Se levanta y va a la cocina).
SEBASTIÁN: ¿Ya puedo ir a jugar fut con Miguel y José?
REBECA: Vamos a comer.
SEBASTIÁN: Pero ya terminé mi tarea.
REBECA: Qué bueno.
SEBASTIÁN: ¡Abuela!
REBECA: Nada. Apúrate que ya es tarde, tengo hambre (Entra a la cocina).

Sebastián la sigue con la mirada. Recoge sus cosas y las lleva al cuarto. Va a la cocina. Entra con los cubiertos, arregla rápido la mesa.

SEBASTIÁN: ¿Le pusiste sal a la comida?
VOZ REBECA: Claro, para que sepa sabroso.
SEBASTIÁN: El doctor dijo que no puedes comer sal.
VOZ REBECA: El doctor sabrá mucho de medicina pero nada de cocina. La comida sin sal sabe a muerto.

Rebeca entra con la comida. Sebastián se sienta.

REBECA: ¿Te lavaste las manos?
SEBASTIÁN: Hace rato.
REBECA: Ve a lavártelas.
SEBASTIÁN: Así nada más.
REBECA: Ve a lavártelas.

Rebeca sirve la comida. Sebastián se levanta y sale a la cocina. Entra secándose las manos con la ropa, se sienta y empieza a comer. Rebeca lo agarra de la patilla y lo levanta.

REBECA: Primero se dan las gracias a Dios.
SEBASTIÁN: Casi me la arrancas.
REBECA: No te estés quejando y da las gracias.
SEBASTIÁN: Gracias.

Silencio

REBECA: ¿Ya? ¿Es todo lo que le dices al Señor? Junta las manos. Acuérdate que Dios sabe todo lo que hacemos. (Viendo hacia el cielo) Gracias Padre todo poderoso por estos alimentos, bendice a todos tus hijos y quita la soberbia de nuestros corazones. Que esta comida sea sustento y fortaleza para nuestro cuerpo y nuestra alma. Gracias Señor. Persígnate.

Se sientan. Tienen movimientos similares para comer o moverse característicos de la herencia familiar. Sebastián intenta comer rápido.

REBECA: ¿Cómo te fue en la escuela?
SEBASTIÁN: Bien
REBECA: ¿Qué te dijo la maestra de la tarea?
SEBASTIÁN: Que estaba bien.
REBECA: ¿Es buena tu maestra?
SEBASTIÁN: Sí.
REBECA: ¿Cuántos años tiene?
SEBASTIÁN: No sé.
REBECA: ¿Qué no es tu maestra?
SEBASTIÁN: Sí, pero no le he preguntado su edad.
REBECA: Pregúntasela.
SEBASTIÁN: ¿Por qué?
REBECA: Porque quiero saber.
SEBASTIÁN: Pues pregúntale tú.
REBECA: No estés de respondón (Silencio). Mastica bien o te vas a atragantar. Dijeron en el radio que por cada bocado son 25 remolidas.
SEBASTIÁN: Te encanta creerles.
REBECA: Si hablan es porque saben. Come tranquilo (Silencio). ¿Cómo te portaste en la escuela?
SEBASTIÁN: Bien
REBECA: ¿Seguro?
SEBASTIÁN: Sí.
REBECA: No hables con la boca llena.
SEBASTIÁN: No me preguntes, si no te respondo te enojas.
REBECA: Si comes con calma puedes platicar. La comida se disfruta.
SEBASTIÁN: Pero ya es tarde.
REBECA: Tu culpa, tardaste mucho con tu tarea. (Silencio). ¿No me han mandado llamar de la dirección?
SEBASTIÁN: No.
REBECA: ¿Seguro?
SEBASTIÁN: Sí.
REBECA: Me haces pasar otra y ya sabes cómo te pongo. Ni creas que me causa gracia tener que verle la cara al director por tus tonterías.
SEBASTIÁN: …
REBECA: ... ¿Qué materia te gusta más?
SEBASTIÁN: … Educación física.
REBECA: ¿Por qué?
SEBASTIÁN: …Porque corremos.
REBECA: ¿Por eso?

Rebeca se levanta y sale a la cocina. Sebastián aprovecha y vacía un poco de su comida en el plato de Rebeca. Ella entra con la cazuela en la mano y le sirve más comida a Sebastián.

SEBASTIÁN: ¡Abuela! ¡Ya no quiero!
REBECA: Por eso estás flaco, porque no comes.
SEBASTIÁN: ¡Pero ya me llené!
REBECA: Es un poquito.
SEBASTIÁN: ¡No quiero!
REBECA: (Mirándolo fijamente) No me alteres…

Sebastián empieza a comer.

REBECA: ¿Jugaste en el recreo?
SEBASTIÁN: Con Miguel y Saúl.
REBECA: ¿Los de la 22?
SEBASTIÁN: Sí.
REBECA: No me agradan esos niños. ¿No puedes tener otros amigos?
SEBASTIÁN: No
REBECA: ¿Por qué?
SEBASTIÁN: Porque son mis amigos.
REBECA: Son un par de vagos. Están todo el día en la calle como si no tuvieran nada que hacer. ¿Qué aprendes con ellos?
SEBASTIÁN: Fut bol.
REBECA: ¿Eso para qué sirve?
SEBASTIÁN: Cuando sea grande voy a jugar en la selección.
REBECA: Algo bueno deberías aprender. Ahí tienes a tu papá. Nada hizo de su vida y tuvo que irse a trabajar al otro lado.
SEBASTIÁN: Yo voy a ser portero.
REBECA: Pero de edificio. Estudia algo de provecho: doctor, licenciado...
SEBASTIÁN: Yo quiero jugar fut bol.
REBECA: Eso te dejan esos vagos. Por ellos nadie ve, pero tú sí tienes una abuela que te jale las orejas. No te saques los mocos en la mesa (Silencio). ¿Quieres más comida?
SEBASTIÁN: No, ya me llené.
REBECA: De seguro comiste porquerías en la escuela. Ya te dije que se te van a picar los dientes. ¿De dónde sacas dinero para comprarlas?
SEBASTIÁN: …
REBECA: ¿Estás robando?
SEBASTIÁN: No.
REBECA: ¿Entonces?
SEBASTIÁN: Me invitan.
REBECA: Me invitan… Para otra cosa ocuparas el dinero. ¿Quieres más comida?
SEBASTIÁN: No.
REBECA: ¿Estaba rico, verdad?
SEBASTIÁN: …Sí.
REBECA: Este guiso lo hacía mi madre. Me acuerdo cuando iba al monte a buscar de comer. Descalza se metía entre las milpas. Cortaba algunas hierbas y las espesaba con masa. Sabroso que cocinaba. Yo le aprendí un poco. ¿Qué comíamos en el pueblo? Lo que se pudiera. A veces nos regalaban una medida de trigo y eso comíamos en un mes. Un pan lo guardaba en hojas de monte y nomás nos daba una rebanadita. Lo escondía porque mis hermanos eran bien cabrones. Tenían hambre, todo el día trabajando. Que iban a ir a la escuela. Flacos estaban. Se les veían sus costillas. Carne sólo en las fiestas. ¿Queso? Que íbamos a comer queso.
SEBASTIÁN: Ya acabé.
REBECA: Tómate el agua.
SEBASTIÁN: Ya me llené.
REBECA: Acábatela. Dijeron en el radio que se deben tomar dos litros al día. Es bueno para los riñones.
SEBASTIÁN: No me gusta el agua de tamarindo.
REBECA: Ay, qué bonito... entonces dime de qué te gusta para que te la haga. Está caro el tamarindo y tú de remilgoso. Te voy a hacer lo que hacían en el pueblo para los berrinchudos. Los colgaban con un mecate de una viga, abajo ponían un anafre con carbón al rojo vivo y le echaban semillas y venas de chile seco. Sabroso que olía. Y ahí tenían al chamaco, colgado hasta que se le saliera el mal espíritu. Bien que se curaban. A los que ya de plano eran imposibles les daban vueltas y les rajaban las nalgas con una tabla. ¡Que si no se iban a curar! Hasta acólitos se volvían ¿No que no te tomabas el agua?
SEBASTIÁN: Ya me voy.
REBECA: Limpia el plato, hasta que lo pongas boca abajo y no caiga nada en el mantel.
SEBASTIÁN: Si no soy un perro.
REBECA: Eso estaría mejor. Aunque sea los perros se comen todo y no andan de remilgosos. Ésa sí  sería una buena compañía. Por lo menos tendría alguien que se me echara en los pies y me los calentara.
SEBASTIÁN: Agarra uno en la calle, hay muchos.
REBECA: Mejor te cambio por uno. A  ver si no me sale tan respondón.
SEBASTIÁN: Podría morderte.
REBECA: Igual que tú. Sólo eso te falta.
SEBASTIÁN: Ya me voy (Se levanta).
REBECA: Todavía hay comida.
SEBASTIÁN: Pues cómetela.
REBECA: (Agarra a Sebastián y lo mira fijamente) ¡Suficiente!  Si no me respetas por ser tu abuela, respétame por estar vieja.

Silencio. Se miran a los ojos.

SEBASTIÁN: Ya me voy.
REBECA: En serio, a ver si me vas respetando un poco.
SEBASTIÁN: …Me voy a jugar.
REBECA: Nada. Recoges los trastes y los lavas.
SEBASTIÁN: Se me va a hacer tarde…
REBECA: No me importa. ¡Órale!
SEBASTIÁN: ¡Pero ya comí y ya hice mi tarea!
REBECA: Qué bueno, a lavar los trastes.
SEBASTIÁN: ¡Abuela!
REBECA: ¡Rapidito! Que si no ahorita me voy a encontrar al palo de la escoba.

Sebastián la mira. Respira. Recoge los trastes y los lleva a la cocina. Rebeca va  a la sala y se sienta. Retoma el tejido. Se ve la forma de un suéter. De la cocina llega  el ruido de un traste que se rompe.

REBECA: ¡Sebastián!
VOZ SEBASTIÁN: ¡No es nada!
REBECA: Lo escuché.
VOZ SEBASTIÁN: ¡No fue nada! ¡En serio! Ven si quieres para que veas.
REBECA: ¡Voy a ir, cabroncito! Y donde encuentre algo roto… Bien que me rompiste la jarra de tucancitos. Cómo me gustaba esa jarra. Tenía 37 años con ella. Se la ganó tu papá en una feria… fue en la fiesta de S. Juan. Me acuerdo que fuimos a la feria y se la ganó en un juego. ¿Y para qué? Para que con una lavada la rompieras. ¡Pero te la tengo apuntada! ¿Me oíste?
VOZ SEBASTIÁN: Sí.
REBECA: Cuidadito con lo demás, que ahora sí me lo cobro (Sigue tejiendo. Se oye el agua enjuagando los trastes). Lavas las cazuelas.
VOZ SEBASTIÁN: Ésas las lavas tú.
REBECA: ¿Y no te puedes acomedir?
VOZ SEBASTIÁN: Pues esas te tocan.
REBECA: Suficiente hago con ir todos los días al mercado. Ahí vengo cargando las bolsas. Nada más siento cómo me escurre el sudor pero no me importa, con tal que comas rico y caliente. Pero tú, ni unas cazuelas puedes lavar.
SEBASTIÁN: (Entra secándose las manos con la ropa) Ya terminé.
REBECA: Y dejaste las cazuelas.
SEBASTIÁN: Pues esas te tocan.
REBECA: ¡Sebastián! ¡Cuántas veces te he dicho que no te seques las manos con la ropa!
SEBASTIÁN: …
REBECA: Eso, como tú no lavas. Te voy a poner a hacerlo para que aprendas. Cámbiate el uniforme. No quiero que lo ensucies. ¡Órale!
SEBASTIÁN: ¿Cuando me cambie me voy a jugar?
REBECA: Ya es tarde, es peligroso.
SEBASTIÁN: Jugamos frente a la casa de Miguel.
REBECA: Pueden romper algo.
SEBASTIÁN: No es cierto.
REBECA: ¿Jugaste en la escuela?
SEBASTIÁN: Sí.
REBECA: ¿Entonces para qué vas a jugar de nuevo?
SEBASTIÁN: ¡Abuela! Dijiste que si terminaba mi tarea podía ir.
REBECA: Cámbiate y vemos.

Sebastián va al cuarto, se cambia y se seca el sudor con ropa de Rebeca cuidando que no lo vea. Rebeca sigue tejiendo el suéter, canta con cada puntada.

REBECA: Quiero tenerte muy cerca
   Mirarte a los ojos, verte junto a mí.
   Piensa que tal vez mañana
   Yo ya estaré lejos, muy lejos de ti …

(Observa el suéter, analiza el tejido. Respira preocupada) Falta poco, cada vez menos.

Pausa.

REBECA: Sebastián... (Silencio). ¡Sebastián!
SEBASTIÁN: ¿Qué?
REBECA: ¡Se dice mande!
SEBASTIÁN: Mande.
REBECA: Pónmela antes de que empiece a hacer la digestión, si no luego me siento mal.
SEBASTIÁN: Voy.
REBECA: Tomas la que está en la caja. Cierras bien el refri que lo dejaste abierto el otro día. Las jeringas están en el buró, toma del paquete abierto, si ya se acabó abres otro.
SEBASTIÁN: Todavía no acabo de cambiarme.
REBECA: ¿Qué estás haciendo? Apúrate.
SEBASTIÁN: Si nunca te importa. ¿Te tomaste las pastillas?
REBECA: No estés rezongando y apúrate.
SEBASTIÁN: Voy.
REBECA: ¿Encontraste las jeringas? Ya estoy lista.
SEBASTIÁN: Ya voy.

Rebeca se descubre las piernas, tiene manchas moradas. Sebastián va a la cocina. Entra y se sienta junto a Rebeca. Ella, temerosa, se agarra la pierna. Él rompe una cápsula de insulina y empieza a preparar la inyección.

REBECA: Con cuidado m´ijo.
SEBASTIÁN: Sí, pero no te muevas.
REBECA: Hazlo bien, mira cómo me tienes la pierna.
SEBASTIÁN: Es que te mueves mucho.
REBECA: Por mí mejor me sigo tomando mi té de yuca con guaco.
SEBASTIÁN: ¿Entonces para qué te la pongo?
REBECA: Según el doctor, me mantiene viva.
SEBASTIÁN: Pues hazle caso.
REBECA: Yo ya no tengo para qué vivir.
SEBASTIÁN: ¿…Y yo?
REBECA: ¿Tú qué?
SEBASTIÁN: ¿…No soy tu motivo de vida?
REBECA: ¿Tú?
SEBASTIÁN: Pues sí.
REBECA: Tú qué vas a ser motivo de vida. Mírate y dime si le puedes inspirar vida a alguien. Ni para eso sirves.

Sebastián inyecta.

REBECA: ¡Ay!
SEBASTIÁN: Híjole, no entró bien (Saca la jeringa y soba a Rebeca en el lugar del piquete).
REBECA: Hazlo a propósito.
SEBASTIÁN: No fue mi culpa. Estás muy tensa.
REBECA: Me vas a acabar las piernas.
SEBASTIÁN: Es que no cooperas. No debo hacer todo yo solo.
REBECA: Pónmela ya y deja de estar jugando.
SEBASTIÁN: Afloja un poco.
REBECA: Apúrate.
SEBASTIÁN: Segundo intento…
REBECA: ¡Ya, Sebastián!
SEBASTIÁN: Ahí voy. Muerde algo.

Inyecta. Rebeca cierra los ojos. Antes de terminar el contenido, Sebastián saca la jeringa y tira un faltante.

SEBASTIÁN: (Sobándole la pierna alegremente) Listo, como nueva. Me voy a jugar.
REBECA: Recoge todo y tira la basura. Envuelve bien la aguja y la ampolleta, no sea que alguien se corte.
SEBASTIÁN: ¿Quién?, como viene mucha gente…
REBECA: Hazlo.
SEBASTIÁN: Ya me voy. (Recoge todo).
REBECA: Quédate un rato conmigo, en lo que se me pasa el dolor.
SEBASTIÁN: Ni que te hubiera dolido.
REBECA: Pues sí me dolió.
SEBASTIÁN: Exageras. Te la puse bien.
REBECA: Ni creas que no me doy cuenta que te desquitas cuando me inyectas.

---

SEBASTIÁN: No es cierto (Va al cuarto).
REBECA: Antes de irte, tráeme mi Biblia.
SEBASTIÁN: ¡Abuela! Se me hace tarde.
REBECA: Tráemela, en lo que se me pasa el dolor, voy a leer. Si no quieres estar conmigo, aunque sea tráeme mi Biblia.
SEBASTIÁN: ¿En dónde está?
REBECA: En el cuarto. También busca mis lentes.
SEBASTIÁN: ¡Cuando llegue ya no van a estar jugando!
REBECA: Pues no vayas y quédate a leerme.
SEBASTIÁN: Ni madres. Te doy tu Biblia y me voy.
REBECA: ¡Sebastián! ¿Qué palabras son esas?
SEBASTIÁN: Unas del diccionario. (Busca la Biblia).
REBECA: ¡Te voy a sacar el diablo, cabrón! Necesitas tomar agua de ceniza. Ésta sí no te la paso. ¡Ven!
SEBASTIÁN: Estoy buscando tus lentes.
REBECA: Nada de lentes. Ven que te sientas a leerme. ¡Sebastián!
SEBASTIÁN: (Llega con una Biblia un poco vieja y llena de separadores) Ahí está. Ya me voy.
REBECA: Siéntate.
SEBASTIÁN: Te alucinas, abuela.
REBECA: Siéntate (Lo agarra).
SEBASTIÁN: Suéltame (Se resiste).
REBECA: ¿Qué, me vas a pegar? ¿Caín?
SEBASTIÁN: Suéltame…
REBECA: Siéntate a leer, es lo que necesitas. Leer la palabra de Dios en lugar de estar de vago.
SEBASTIÁN: En buen pedo, abuela, suéltame.
REBECA: (Lo toma y lo sienta en el sillón) Me estás hartando, chamaco. Mejor te mides en la forma que me hablas, ¿entendido?

Silencio. Se miran.

SEBASTIÁN: Yo sólo quiero ir a jugar.
REBECA: Para descomponerte eres bueno (Lo suelta).
SEBASTIÁN: Sólo voy a jugar fut bol.
REBECA: Es lo mismo.
SEBASTIÁN: Ya me voy (se levanta).
REBECA: Apúrate, quiero leer en paz.
SEBASTIÁN: Algo de provecho hicieras.
REBECA: (Levantándose) ¿Qué estás diciendo? A mí insúltame lo que quieras, pero con la palabra de Dios no te metas. Es sagrada, ¡sagrada!
SEBASTIÁN: Para lo que sirve.
REBECA: Cállate.
SEBASTIÁN: Si no quieres oírme, me voy.
REBECA: Nada. Esto me gano por dejarte salir. Pero ahora te quedas castigado y vas a leer la Biblia conmigo.
SEBASTIÁN: No quiero leer  (Rebeca lo sujeta con fuerza).
REBECA: No es que quieras. Y no me alteres que ya sabes cómo me pongo.
SEBASTIÁN: Me voy a jugar.
REBECA: Te voy a dar una tunda… (Lo suelta. Le da la Biblia). Busca el libro de Job.
SEBASTIÁN: No quiero leer.
REBECA: Que lo busques.
SEBASTIÁN: Dijiste que podía ir a jugar.
REBECA: ¿Te amarro?
SEBASTIÁN: Ya estás vieja.
REBECA: Vieja pero te puedo meter en razón.
SEBASTIÁN: Ya me voy.

Lo mira fijamente. Él esconde la mirada.

REBECA: Abre la Biblia y busca el libro.
SEBASTIÁN: ¡Pero ya no voy a poder jugar!
REBECA: ¿Qué prefieres? ¿Jugar o conocer a Dios?
SEBASTIÁN: Jugar.
REBECA: Ahorita vas a ver (Va hacia la cocina).

 Sebastián saca las llaves y corre hacia la puerta. Mientras la abre, Rebeca lo alcanza y lo agarra de los pelos. Lo lleva a la cocina, él intenta resistir. Entran. Sebastián lleva dos ladrillos, Rebeca un cinturón.

REBECA: (Toma la Biblia, la abre) Órale, ya sabes.
SEBASTIÁN: ¡Abuela!
REBECA: ¿Te enrollo el cinturón?

Sebastián se hinca. Toma un ladrillo en cada mano y abre los brazos en cruz.

REBECA: ¿Dónde están mis lentes?
SEBASTIÁN: No sé.
REBECA: Aunque me los escondas, te voy a decir lo que hay en la Palabra de Dios.
SEBASTIÁN: Abuela, en serio, yo leo.
REBECA: No creas que no me duele tenerte así, pero es para que aprendas.
SEBASTIÁN: Se te va a cansar la vista.
REBECA: No voy a leer, te voy a platicar. …Cállate. Dice la Biblia que había un hombre llamado Job, temía a Dios y se alejaba del mal. Tuvo siete hijos y tres hijas. Tenía muchos servidores y muchos animales. Era el más famoso de los hombres. Sus hijos celebraban muchos banquetes, y cuando terminaban, Job los mandaba llamar para purificarlos, pues decía: “Puede que mis hijos hayan pecado y ofendido a Dios en su corazón”. Así hacía Job. ¡No bajes los brazos!
Y entonces apareció Satán. Yavé dijo a Satán: “¿De dónde vienes?” y Satán respondió: ”Vengo de la tierra.” Yavé le dijo: “¿Te has fijado en mi servidor Job? Me teme y se aparta del mal.” Satán respondió: “¿Y Job te teme sin interés? Lo has protegido, a su familia y a cuanto tiene. Pero toca sus pertenencias. Verás si no te maldice en tu propia cara.” ¡No bajes los brazos!
SEBASTIÁN: Me duele.
REBECA: No estés rezongando, es por tu bien. Peores cosas pasó Job.
SEBASTIÁN: Por favor.
REBECA: Entonces dijo Yavé a Satán: (Rebeca se sienta) Te doy poder sobre todo cuanto tiene, pero a él no lo toques.” Y Satán se retiró de la presencia de Yavé.
SEBASTIÁN: Abuela por favor (Baja los brazos y deja los ladrillos. Va con Rebeca, se acuesta en el sillón recargándose en sus piernas). Ya, me porto bien.
REBECA: Ponte como Cristo (lo toma por los cabellos e intenta pararlo).
SEBASTIÁN: (Agarrándole las piernas) Si quieres te canto pero no quiero estar así.
REBECA: Nada, tienes que aprender.
SEBASTIÁN: Te canto pero no me tengas así.
REBECA: Ya, Sebastián. No eres un niño.
SEBASTIÁN: (Canta suave) Bésame, bésame mucho.
Como si fuera esta noche la última vez.
Bésame, bésame mucho
Que tengo miedo tenerte y perderte después.
REBECA: (Mientras él canta, ella se va ablandando. Acaricia con ternura la cabeza de Sebastián. Él sigue cantando suavemente) Un gran hombre que fue Job.

Sebastián canta, Rebeca le acaricia la cabeza.


II
                    Sebastián y Rebeca en la posición final de la escena I. Mientras Rebeca canta, mira triste a Sebastián. Él va despertando poco a poco.

REBECA: ...Bésame, bésame mucho,
                 Que tengo miedo tenerte y perderte después.
Quiero tenerte muy cerca, mirarme en tus ojos
Verte junto a mí.
Piensa que tal vez mañana yo ya estaré lejos
Muy lejos de ti.
            ---
REBECA: Estoy mareada.
SEBASTIÁN: ¿Qué?
REBECA: Estoy mareada.
SEBASTIÁN: ¿Tomaste tu medicina?
REBECA: Me duele la pierna.
SEBASTIÁN: Por la insulina.
REBECA: Porque no me inyectas bien.

---

SEBASTIÁN: Me duele la cabeza.
REBECA: Debes tener la panza llena de lombrices. Hay que purgarte.
SEBASTIÁN: No tengo lombrices.
REBECA: Mañana compro la purga. Tienes la cara escurrida y no tienen brillo tus ojos. Estás enfermo.
SEBASTIÁN: No estoy enfermo.
REBECA: Así murió un niño en el pueblo. Se lo chupó la bruja.
SEBASTIÁN: Las brujas no existen.
REBECA: En el pueblo llegan por la noche. Son mujeres que se sacan los ojos y se convierten en bolas de fuego. Se llevan a la gente, les chupan el alma.
SEBASTIÁN: Abuela… ya se acabó la inquisición.
REBECA: Necesitas una limpia. Debes estar bueno para la transfusión.
SEBASTIÁN: Yo estoy muy chico.
REBECA: Tu sangre es la mía. No me van a poner otra.
SEBASTIÁN: Tengo sueño.
REBECA: Estás anémico. Le voy a preguntar a doña Sofía qué te puedo hacer. Esa mujer sabe mucho.
SEBASTIÁN: Ya me revisó el doctor. Dijo que estoy bien.
REBECA: El doctor es una porquería, sólo sabe cobrar. En el pueblo con tres hierbas te curaban. Acá te atiborran de pastillas. Pastillas para esto, pastillas para lo otro. Después te empiezan a picar y te ponen morado.
SEBASTIÁN: El doctor dice que las inyecciones te están manteniendo estable.
REBECA: El doctor no sabe nada. El que debería ponerse tantas inyecciones eres tú.
SEBASTIÁN: Yo no tengo nada.
REBECA: Lo que no tienes es vergüenza. Mira qué hora son y todavía no te bañas.
SEBASTIÁN: Mi maestro dice que no se dice qué horas son, sino qué hora es.
REBECA: Como se diga, de todas formas te vas a bañar.
SEBASTIÁN: ¿Por qué? Ya ni jugué.
REBECA: De todos modos. Te apuras, casi se acaba el gas (Se levanta y va a la cocina).
SEBASTIÁN: Abuela...
REBECA: ¿Qué?
SEBASTIÁN: Nada.

Rebeca entra en la cocina. Sebastián toma el suéter y lo deshila un poco más. Se levanta y va al cuarto. Rebeca regresa, se sienta, analiza el tejido. Mira hacia el cuarto, respira, sonríe triste y sigue tejiendo. Sebastián en el cuarto, se sienta en la cama, queda pensativo.  Rebeca deja de tejer. Queda pensativa.
Pausa.
Rebeca llora, toma el hilo y empieza a destejer. Aprieta el suéter contra su pecho. Al mismo tiempo, Sebastián se desnuda y se enrolla la toalla en la cintura, se levanta y va al espejo, abre la toalla y se mira los genitales cuidando que Rebeca no lo vea. Rebeca intenta seguir tejiendo.

REBECA: …Sebastián.
SEBASTIÁN: ¿Qué?
REBECA: …Apúrate.
SEBASTIÁN: Sí.
REBECA: ¿...Regaste las plantas?
SEBASTIÁN: Ahorita.
REBECA: …Apúrate para que las riegues.
SEBASTIÁN: No les pasa nada.
REBECA: …Te voy a dejar sin comer a ver si no te pasa nada. ¿Cuántas veces no lo has hecho?
SEBASTIÁN: ¿Comer?
REBECA: Regar las plantas.
SEBASTIÁN: No me acuerdo.
REBECA: …Apúrate, respondón.
SEBASTIÁN: Ya voy.
REBECA: Apúrate para apagar el boiler.
SEBASTIÁN: Voy.
REBECA: ¿…Qué haces?
SEBASTIÁN: Nada.
REBECA: Ya métete a bañar.
SEBASTIÁN: Sí.

 Rebeca busca sus lentes. Se levanta y va al cuarto. Sebastián se cubre rápidamente.

REBECA: ¿Qué haces?
SEBASTIÁN: …
REBECA: ¿Qué haces?
SEBASTIÁN: …Nada.
REBECA: Otra vez te estás manoseando.
SEBASTIÁN: No.
REBECA: Como si no te conociera… Te voy a cortar las manos para que te dejes de estar agarrando. Ven para acá.

Sebastián se protege con la cama.

REBECA: Igualito que tu padre y que tu abuelo. Pero tú sí no me vas a salir con el pájaro fácil, ¿oíste? Aunque te duela y me duela, a ti sí te voy a corregir (Intenta agarrar a Sebastián pero él corre por el cuarto mientras ríe.). Ven, cabrón ¡Ven! Te voy a meter en  ácido con limón para que te limpies ¿Me oíste? ¡Cochino! Te metes a bañar en este mismo momento y te lavas todo, pero todo. No quiero que me toques, me vas a pudrir la piel.
SEBASTIÁN: Ay, abuela. ¿Si está para algo ha de ser, no?
REBECA: Deja de decir tanta marranada y métete a bañar.
SEBASTIÁN: No me voy a bañar (Entre risas sale corriendo del cuarto. Se le cae la toalla.).
REBECA: Te bañas o te baño (recoge la toalla y lo persigue).
SEBASTIÁN: No me vas a querer tocar.
REBECA: Te lavo con la escoba.
SEBASTIÁN: Mejor explícame para qué sirve.
REBECA: No estés de puerco y tápate (le avienta la toalla).
SEBASTIÁN: (Sin cubrirse) ¿No me quieres?
REBECA: ¡Cállate!
SEBASTIÁN: Dame un abrazo (Va con Rebeca e intenta agarrarla).
REBECA: ¡Quítate!
SEBASTIÁN: Abrázame, abuela.
REBECA: (Se aleja) ¡No me toques!
SEBASTIÁN: Anda, abrázame (Intenta abrazarla).
REBECA: ¡Déjame! (La abraza. Ella lo prende del cabello, le quita la toalla y lo enrolla en ella) Así te quería agarrar. Ahora sí vas a saber lo que es bueno.
SEBASTIÁN: No, espérate.
REBECA: Nada de que en esta casa te andes manoseando, ¿entendiste? Si tú no ves por ti, yo sí voy a ver. (Lo lleva al baño).
SEBASTIÁN: Abuela, suéltame.
REBECA: Te voy a tallar hasta que se te salga el diablo del pellejo.
SEBASTIÁN: Espérate, me duele.
REBECA: Mejor. Así se te quita lo mañoso.
SEBASTIÁN: No estaba haciendo nada.
REBECA: Te conozco muy bien, chamaco. A ti hay que marcarte el paso. Cuidadito y encuentre tus calzones manchados de algo o te tardes mucho en el baño.
SEBASTIÁN: No puedes controlarme.
REBECA: No me tientes. Más sabe el diablo por viejo que por diablo.
SEBASTIÁN: Mis compañeros lo hacen. (Logra liberarse).
REBECA: Tú no vas a ser un puerco más. Tú serás un ser humano. Yo tengo que encargarme de eso.
SEBASTIÁN: Ya soy un ser humano.
REBECA: Eres una mierda. Pero te voy a componer. En esta casa vas a aprender a vivir como gente. ¡Como gente!
SEBASTIÁN: No soy una mierda.
REBECA: ¿No? ¿Crees que no me doy cuenta lo que haces con la Insulina? ¿O que me cambias las pastillas? No soy mensa, Sebastián.
SEBASTIÁN: …
REBECA: Estaré vieja y no sabré leer, pero sé vivir, y un muchito no me va a dar la vuelta. O dime, ¿qué vas a hacer?
SEBASTIÁN: Me voy a ir de esta casa.
REBECA: ¿A dónde? ¿A la calle a  mendigar? Para eso has de ser bueno. Ya te veo cantando y pidiendo limosna. ¿O vas a estar de mozo en el mercado? ¿Qué vas a hacer? ¿Vender chicles? ¿Prostituirte? ¿Andar como vaguito para que te viole la policía?
SEBASTIÁN: Voy a trabajar.
REBECA: Trabajar… ¿en qué? No eres capaz de lavar unas cazuelas o regar las plantas. Te da miedo el trabajo.
SEBASTIÁN: Puedo ver por mí.
REBECA: No vas a llegar ni a la esquina y estarás de regreso con la cola entre las patas.
SEBASTIÁN: No es cierto.
REBECA: Eres un inútil. No sabes ni cuidar a una vieja, menos sabrás cuidar de ti.
SEBASTIÁN: Puedo hacer eso y más. Hay mejores cosas que cuidar a una vieja.

Pausa. Se miran.
Rebeca va al sillón, toma el suéter y sigue tejiendo.

REBECA: Anda, abre la puerta y lárgate.
SEBASTIÁN: No estoy jugando, abuela.
REBECA: ¿Yo sí? …Dejas la llave, si sales ya no entras... Y nada de hacer maletas. Sales así como estás, sin nada. Todo esto te lo he dado yo.
SEBASTIÁN: Te vas a arrepentir.
REBECA: De haberte soportado...  No tenía ninguna obligación de tenerte... Sólo porque me recuerdas a tu padre.
SEBASTIÁN: Yo me parezco a mi mamá.
REBECA: En lo mula, porque eso son los dos. Ella no se preocupó en abandonarte, te parió y te tiró como basura. Me acuerdo cómo se le encimaba a tu padre. De seguro de ahí sacaste el andarte tocando. Si tu papá no hubiera sido decente no hubieras llegado hasta donde estás. Para lo que sirvió, saliste igualito que esa mujer.
SEBASTIÁN: Mi mamá me quiere.
REBECA: Vete con ella, a ver en dónde la encuentras.
SEBASTIÁN: La voy a encontrar.
REBECA: Si lo haces, me la saludas.
SEBASTIÁN: No te soporto.
REBECA: Órale, vete y no regreses. Y nada de voltear hacia atrás, como en la Biblia.
SEBASTIÁN: Me tiene hasta la madre tu Biblia.
REBECA: Lástima, te hubiera servido cuando estuvieras mendigando.
SEBASTIÁN: Te vas a chupar como una pasa. Te vas a pudrir poco a poco.
REBECA: Si te vas, te apuras. Me estás quitando el tiempo.
SEBASTIÁN: Cuando necesites tus medicinas a ver quién te las pone. Tampoco vas a tener mi sangre y te vas a quedar seca.
REBECA: Seca… no sabes lo que es eso.
SEBASTIÁN: No vas a aguantar estar sola.
REBECA: Siempre he estado sola. Eres una sombra en esta casa. Como tantas.

Silencio.

SEBASTIÁN: Me vas a extrañar.
REBECA: Cuando se apague el sol.
SEBASTIÁN: ...

Sebastián va a la puerta, la abre y se queda parado en el umbral. Rebeca lo mira. Sigue tejiendo.

REBECA: ¿Te vas?
SEBASTIÁN: Sí… Ya no quiero sufrir.
REBECA: No sabes qué es sufrir.
SEBASTIÁN: Aprendí en trece años.
REBECA: Estás empezando, lo que te falta.
SEBASTIÁN: Eres una amargada.
REBECA: Soy una vieja, puedo estar como quiera.
SEBASTIÁN: Te odio.
REBECA: Qué bueno, al menos sientes algo por mí.

Silencio.

SEBASTIÁN: (Voltea a verla, ella sigue tejiendo) Abuela, ¿me quieres?

Pausa.

SEBASTIÁN: ¿Me quieres?

Pausa.

REBECA: ¿Qué te importa?
SEBASTIÁN: ...
REBECA: ¿Qué otra cosa puedo hacer? …No tengo a nadie.
SEBASTIÁN: ...
REBECA: Creo que ya me acostumbré a ti.
SEBASTIÁN: ...
REBECA: Es lo más seguro.
SEBASTIÁN: ¿Me quieres?
REBECA: …Creo que sí.

Pausa. Rebeca termina el suéter. Suspira.

REBECA: Sebastián… Cierra la puerta… hace frío.
SEBASTIÁN: …
REBECA: Ven.

Silencio. Sebastián mira hacia fuera. Cierra. Va con Rebeca.

REBECA: Ten. Pruébatelo.
SEBASTIÁN: ¿Por qué?
REBECA: Es tuyo.
SEBASTIÁN: No me gustan los suéteres.
REBECA: Lo tejí para ti (Le da el suéter). Póntelo.
SEBASTIÁN: No me gusta.
REBECA: Le prometí a Dios que te lo daría. Le pedí que me permitiera hacer este suéter para dejártelo y quedarme tejida en ti… Ya lo terminé... Ya va siendo hora.
SEBASTIÁN: ¿Hora de qué?
REBECA: Algo que las viejas entendemos. Ponte el suéter.
SEBASTIÁN: No me gusta.
REBECA: No quiero que pases frío, llévatelo.
SEBASTIÁN: Me va a estorbar.
REBECA: Póntelo, por favor (Se levanta y le ayuda a ponerse el suéter).
SEBASTIÁN: Me va a dar calor.
REBECA: Sí. Es caliente, como un abrazo.
SEBASTIÁN: Pica.
REBECA: Porque es nuevo. Te acostumbrarás (Lo mira, prueba que el suéter le quede bien). Nunca te lo quites.
SEBASTIÁN: No me gusta el azul.
REBECA: Es como el cielo del pueblo.
SEBASTIÁN: No lo conozco.
REBECA: Algún día lo conocerás.
SEBASTIÁN: No creo.
REBECA: Ya verás que sí. ¿Y…? ¿Te vas? (Se sienta en el sillón).
SEBASTIÁN: ¿Quieres que me vaya?
REBECA: Es tu decisión.
SEBASTIÁN: ...
REBECA: Yo quiero que te quedes.
SEBASTIÁN: ¿Para qué?
REBECA: Una vieja siempre necesita compañía. Aunque sea la tuya.
SEBASTIÁN: Abuela…
REBECA: Quiero que hagas lo que tú quieras. Lo que creas que es mejor.

Pausa.

SEBASTIÁN: …Me quiero quedar.
REBECA: ¿…Quieres cenar?
SEBASTIÁN: No tengo hambre.
SEBASTIÁN: Abuela... (Se le recuesta en las rodillas).
REBECA: ¿Sí?
SEBASTIÁN: ¿Por qué me tejiste el suéter?
REBECA: Es un regalo.
SEBASTIÁN: No es mi cumpleaños.
REBECA: Ya sé.
SEBASTIÁN: ¿Entonces?
REBECA: Quise hacerlo.

                    ---

SEBASTIÁN: ¿Sigues mareada?
REBECA: Un poco. Estoy cansada, tengo frío.
SEBASTIÁN: ¿Te quieres acostar?
REBECA: Sí.
SEBASTIÁN: Abuela…
REBECA: ¿Sí?

Silencio.

SEBASTIÁN: Nada.

Rebeca le acaricia la cabeza. Él se acurruca junto a sus piernas.



III
En el cuarto. Rebeca recostada en la cama. Sebastián sentado a sus pies, ya vestido. Tiene puesto el suéter.

SEBASTIÁN: Bésame, bésame mucho
                      Como si fuera esta noche la última vez.
                      Bésame, bésame mucho
                      Que tengo miedo tenerte y perderte después.
REBECA: Deberías ser cantante.
SEBASTIÁN: Quiero ser portero.
REBECA: Dale con eso.
SEBASTIÁN: En serio.
REBECA: Sebastián...
SEBASTIÁN: ¿Qué?
REBECA: Mande.
SEBASTIÁN: Mande.
REBECA: Quiero que hagamos un trato.
SEBASTIÁN: ¿Cuál?
REBECA: Quiero que nos llevemos como familia. Sin estar peleando, sin estar de rezongones, obedeciendo… ¿Entiendes?
SEBASTIÁN: Sí… ¿pero, y tú qué vas a hacer?
REBECA: Educarte.
SEBASTIÁN: ¿Pero voy a salir a jugar fut bol?
REBECA: Si cumples tus tareas, sí.
SEBASTIÁN: Lo mismo dijiste cuando llegué.
REBECA: Está bien, saldrás a jugar fut bol, pero debes obedecer.
SEBASTIÁN: No quiero cargar ladrillos como Job.
REBECA: No vas a cargar ladrillos, pero vas a ser como Job: El más bueno de los hombres.
SEBASTIÁN: No quiero que me jales las patillas.
REBECA: Está bien.
SEBASTIÁN: Y tampoco que me jales los pelos de la cabeza.
REBECA: Sí.
SEBASTIÁN: Ni que me pegues con el palo de la escoba ni con…
REBECA: Ya, de alguna manera debo corregirte.
SEBASTIÁN: ¿Por qué debes corregirme?
REBECA: Porque yo ya viví. Tengo experiencia y sé lo que te va a servir en la vida.
SEBASTIÁN: ¿A ti te pegaban?
REBECA: ¡Uy! Yo te trato bien.
SEBASTIÁN: ¿Por qué?
REBECA: Porque así se demuestra el cariño.
SEBASTIÁN: Me gusta más cuando cantas.
REBECA: Tú cantas más bonito… Entonces, ¿lo hacemos?
SEBASTIÁN: …Está bien.
REBECA: Dame un beso.
SEBASTIÁN: (La besa) ¿Quieres un té?
REBECA: (Se incorpora) Sí, se me antoja. Pon a calentar el agua. Agarra al posillo chico. ¿Tú quieres?
SEBASTIÁN: No, quiero café.
REBECA: Sí. Mejor un café.
SEBASTIÁN: No puedes tomar café.
REBECA: Tráeme un café.
SEBASTIÁN: El doctor te lo prohibió.
REBECA: No pasa nada.
SEBASTIÁN: …Bueno.
REBECA: De paso me traes mi Biblia, se quedó en la sala.

Sebastián va a la cocina. Rebeca se pone la ropa de dormir.

REBECA: Ponle dos cucharadas.
VOZ SEBASTIÁN: ¿De qué?
REBECA: De azúcar.
VOZ SEBASTIÁN: No puedes tomar azúcar.
REBECA: Tampoco comer sal ni tomar café. Ponle dos cucharadas.
VOZ SEBASTIÁN: Te va a hacer daño.
REBECA: Es el último.
VOZ SEBASTIÁN: Me va a regañar el doctor.
REBECA: Yo no le voy a decir nada.
VOZ SEBASTIÁN: Está bien.
REBECA: No se te olvide mi Biblia. ¿Dónde dejaste mis lentes? Siempre me los andas escondiendo. Ayúdame a buscarlos.
VOZ SEBASTIÁN: Estoy calentando el agua.
REBECA: Eso lo hace la estufa. Ayúdame a buscar mis lentes.
SEBASTIÁN: (Llega de la cocina comiendo un pan. Le ayuda a buscar los lentes) ¿Por dónde los dejaste?
REBECA: Tú los escondiste.
SEBASTIÁN: Yo no los tomé, en serio.
REBECA: Ya llegarás a viejo y te vas a dar cuenta de lo que es ser un anciano.
SEBASTIÁN: Tú no estás vieja. La abuela de Luis sí está vieja.
REBECA: Ésa no está vieja, está canosa.
SEBASTIÁN: Usa bastón.
REBECA: Tiene artritis.
SEBASTIÁN: Tú no estás vieja, estás acabada.
REBECA: ...Gracias a ti.
SEBASTIÁN: ¿…A mí, por qué?
REBECA: A ver, dime, ¿qué culpa tengo que pagar? ¿Por qué entre todos los seres que Dios creó tuve que ser yo la que estuviera contigo?
SEBASTIÁN: No sé.
REBECA: Ya estoy vieja, yo debería tener un gato o un pajarito, no un engendro como tú. Todas las noches en mi oración le pido a Dios que me diga por qué te tengo o qué estoy pagando, pero no me ha respondido.
SEBASTIÁN: ¿Cómo quieres que te responda?
REBECA: No sé. A María le mandó un ángel (Termina de cambiarse y se sienta en la cama).
SEBASTIÁN: (Ríe) ¿Y tú quieres que te mande uno?
REBECA: El padre dijo en la misa que los caminos de Dios son misteriosos y no podemos conocerlos.
SEBASTIÁN: Pues ojalá que no te hable por teléfono porque no tenemos.
REBECA: No te burles de lo divino.
SEBASTIÁN: Ay abuela, para mí que te piras muy feo.
REBECA: ¿Me qué?
SEBASTIÁN: Te piras, alucinas.
REBECA: ¿Eso también viene en el diccionario?
SEBASTIÁN: No.
REBECA: ¿Lo aprendiste de tus amiguitos de la 22?
SEBASTIÁN: No, en la escuela (Se sienta en la cama junto a ella).
REBECA: Eso enseñan en la escuela. Cómo no.
SEBASTIÁN: Ahí lo aprendí.
REBECA: Aprende algo que sea para tu provecho. Vas a crecer y tendrás que defenderte. Todavía te falta sufrir mucho. Vas a llorar, te van a golpear. Estás chamaco y te gusta el relajo, pero no siempre vas a estarte riendo. El día que llores sangre habrás conocido lo que es vivir.
SEBASTIÁN: ¿Tú has llorado sangre?
REBECA: Las mujeres tenemos ventaja. La primera vez que lloramos sangre es cuando parimos.
SEBASTIÁN: ¿Duele?
REBECA: El dolor físico es lo de menos, lo que más duele es saber que acabas de mandar al mundo a alguien para que sufra.
SEBASTIÁN: ¿Es forzoso sufrir?
REBECA: Sí, como Job. Por eso debes estar bien curtido. Prepárate para la vida y no seas un soberbio. Necesitas ver, observar todo lo que pasa. Necesitas conocer a la gente y saber cómo es, qué es lo que va a hacer. Necesitas siempre adelantárteles, que nunca te ganen.
SEBASTIÁN: ¿Ser el más cabrón?
REBECA: Sólo el más bueno.
SEBASTIÁN: Yo quiero ser portero.
REBECA: …No tires migas en la cama.
SEBASTIÁN: Se cayeron.
REBECA: Sí, ¿brincaron del pan a la cama, no?
SEBASTIÁN: Chance.
REBECA: Vas a atraer cucarachas.
SEBASTIÁN: No hacen nada.
REBECA: (Le hace cosquillas a Sebastián) Te van a comer en la noche. Se te van a meter por las orejas.
SEBASTIÁN: (Riendo) Mejor, así no te oigo roncar.
REBECA: ¿Qué?
SEBASTIÁN: Es que roncas muy fuerte.
REBECA: Fuerte…
SEBASTIÁN: En serio.
REBECA: Por el cansancio.
SEBASTIÁN: Es porque duermes chueco.
REBECA: Acomódame la cabeza.
SEBASTIÁN: Te huele la boca.
REBECA: ¿A qué?
SEBASTIÁN: Como el rastro.
REBECA: …Pues tú lávate los dientes para que no te pase lo mismo.
SEBASTIÁN: Siempre me los lavo.
REBECA: ¿Ya está listo el café?
SEBASTIÁN: No sé, voy a ver.
REBECA: Cierra la puerta con llave.
SEBASTIÁN: Ni que se fuera a meter alguien.
REBECA: Se puede meter el frío.
SEBASTIÁN: Está bien.
REBECA: Sebastián.
SEBASTIÁN: ¿Qué?
REBECA: ¡Mande!
SEBASTIÁN: Mande.
REBECA: Recoge las migas, no quiero cucarachas en la cama.

Recoge las migas y va al comedor. Rebeca se recuesta en la cama, se agarra el estómago y se lo soba. Sebastián cierra la puerta y sale a la cocina.

REBECA: Me duele la panza.
VOZ SEBASTIÁN: A lo mejor tienes hambre.
REBECA: No sé.
VOZ SEBASTIÁN: ¿Le hablo al doctor?
REBECA: Mejor háblale a doña Sofía.
SEBASTIÁN: ¿Para qué? (Entra con la taza de café. Se la entrega).
REBECA: (Incorporándose) Ella conoce unas recetas muy buenas. Me dijo el otro día de un jugo verde pero no me acuerdo bien qué llevaba.
SEBASTIÁN: Gargajos.
REBECA: No seas puerco.
SEBASTIÁN: Esa mujer sí es bruja (Se sienta junto a ella).
REBECA: No te burles de la gente.
SEBASTIÁN: Está muy fea.
REBECA: Tú estuvieras muy guapo.
SEBASTIÁN: Ahorita no, pero voy a crecer.
REBECA: Eso sí, yo creo que vas a ser más guapo que tu papá y que tu abuelo.
SEBASTIÁN: Voy a tener muchas novias.
REBECA: Sólo una. Y hazla muy feliz.
SEBASTIÁN: En la escuela hay una chica que me gusta.
REBECA: Estás muy chamaco para eso. Ni pelos tienes.
SEBASTIÁN: Ya me están saliendo.
REBECA: ¡No te andes viendo lo que no debes!
SEBASTIÁN: Oh, está bien.
REBECA: A la escuela vas a estudiar, no a estar viendo a las chamacas.
SEBASTIÁN: Pero pues ahí están.
REBECA: La única mujer en la que debes pensar soy yo.
SEBASTIÁN: Pero tú eres mi abuela.
REBECA: Por eso.
SEBASTIÁN: Yo quiero una novia.
REBECA: También puedo ser tu novia.
SEBASTIÁN: (Ríe) No inventes, abuela.
REBECA: Preferible a que andes perdiendo el tiempo con las chamaquitas.
SEBASTIÁN: ¿Qué tiene de malo?
REBECA: Los únicos besos que debes recibir son los míos.
SEBASTIÁN: Pero tú ya estás vieja.
REBECA: Bueno pues… tendrás una mujer, pero todavía no. Estás muy chamaco.
SEBASTIÁN: Abuela...
REBECA: Qué rico sabe el café.
SEBASTIÁN: ¿Mi mamá era bonita?
REBECA: …No quiero hablar de eso.
SEBASTIÁN: ¿Por qué me dejó?
REBECA: Ya terminé. Llévate la taza al lavabo.
SEBASTIÁN: ¿Por qué nunca me quieres decir?
REBECA: Lavas la taza, no la dejes sucia en el lavabo que luego se andan paseando las cucarachas.
SEBASTIÁN: ¿No me vas a decir?
REBECA: ¿Cerraste con llave?

Sebastián la mira. Toma la taza y va a salir.

REBECA: Un día tu papá te traía en sus brazos. Me dijo que tu mamá lo dejó; se fue con otro que le habló bonito. Venías en una cobijita vieja, ésa que tengo en el altar de los santos. Me pidió que lo ayudara a cuidarte, que él no sabía. Tú estabas muy chiquito, eras una bolita. Tu papá se fue al otro lado para mandar dinero, para tu escuela, tu ropa, la comida… Una vez vi a tu  mamá, le pregunté si recordaba a su hijo. Me mostró a otros dos, me dijo que esos eran sus hijos. En ese momento me prometí moldear tu corazón, hacerlo fuerte y cariñoso, firme… Que te ayude a ser el más bueno de todos, para que no hagas lo mismo ni sufras de nuevo. Yo no sé si tu mamá era bonita. Sólo sé que yo sí te quiero.

Sebastián la mira, ella lo abraza y le acaricia la cabeza.

REBECA: Anda, ve a cerrar la puerta y a guardar todo.

Sebastián le da un beso. Sale a la cocina. Rebeca se toma el estómago y se soba. Se recuesta.

REBECA: ¡Sebastián!
VOZ SEBASTIÁN: ¿Qué?
REBECA: Busca un alka-seltzer.
VOZ SEBASTIÁN: ¿Puedes tomar eso?
REBECA: …Es para el dolor de panza y me duele la panza.
VOZ SEBASTIÁN: ¿Quieres que le hable al doctor?
REBECA: Háblale a doña Sofía.
VOZ SEBASTIÁN: Mejor al doctor.
REBECA: Mejor trae el alka seltzer. Hay unos arriba del refri.
VOZ SEBASTIÁN: Voy.

Rebeca intenta incorporarse. Sebastián entra con un vaso con agua y un alka seltzer.

SEBASTIÁN: Siéntate para que te lo tomes.
REBECA: Ayúdame, no puedo.

La ayuda a sentarse. Abre el alka seltzer y lo vacía en el vaso. Se lo entrega. Rebeca espera a que termine de deshacerse la pastilla y bebe. Sebastián la mira. Rebeca hace un gesto como que va a eructar después de probar el agua. Vomita.

SEBASTIÁN: ¡Abuela!

Rebeca tose, se ahoga con el vómito.

SEBASTIÁN: ¿…Abuela? ¿…Estás bien? (La incorpora. Le limpia la boca y la ropa). ¿Qué te pasa?
REBECA: ¿…Ves por qué no me gusta hablar de eso?
SEBASTIÁN: … (Sale corriendo a la cocina. Regresa con un trapo y un vaso con agua).
REBECA: No quiero agua.
SEBASTIÁN: Es para limpiar… Se te salió todo.
REBECA: Te ensucié el suéter.
SEBASTIÁN: No importa.
REBECA: Enjuágalo. Se va a manchar.
SEBASTIÁN: Voy a buscar al doctor.
REBECA: Ya déjalo.
SEBASTIÁN: ¿Te sigue doliendo la panza?
REBECA: Casi no. Me debió caer mal la comida.
SEBASTIÁN: No puedes comer sal ni azúcar.
REBECA: Debió ser el tomate. Estaba verde y muy caro.
SEBASTIÁN: Voy a llamar al doctor.
REBECA: Mejor cambia la cobija y ponla a remojar, también tu suéter.
SEBASTIÁN: Mejor le hablo al doctor.
REBECA: Es tarde. Llévate la cobija.
SEBASTIÁN: ¿…Le pongo jabón?
REBECA: Sí.
SEBASTIÁN: Voy.
REBECA: Sebastián.
SEBASTIÁN: ¿Qué?
REBECA: ¡Mande!
SEBASTIÁN: Mande.
REBECA: …Tráeme un poco de agua.

Va con la cobija a la cocina. Rebeca se recuesta. Sebastián regresa sin el suéter.

REBECA: ¿Y el agua?
SEBASTIÁN: Se me olvidó, ahorita te la traigo.
REBECA: Cambia la cama.
SEBASTIÁN: (Busca en el ropero. Saca una cobija) ¿Ésta?
REBECA: Sí.
SEBASTIÁN: Párate para que pueda ponerla.
REBECA: Ayúdame.
SEBASTIÁN: No puedo, tengo la cobija.
REBECA: Ponla en una silla.
SEBASTIÁN: Voy (Deja la cobija en una silla y ayuda a Rebeca a levantarse. Apenas puede hacerlo). Estás pesada.
REBECA: Levántame y ya.
SEBASTIÁN: También se mancharon las sábanas.
REBECA: Cámbialas. Toma unas limpias.
SEBASTIÁN: ¿Del ropero?
REBECA: Ni modo que del refri.
SEBASTIÁN: (Va al ropero, busca) ¿Éstas?
REBECA: No, toma las de franela, hace frío.
SEBASTIÁN: Ayúdame (Quita las sábanas de la cama. La tienden).
REBECA: Sebastián… me preocupa qué vas a hacer si yo te falto.
SEBASTIÁN: Trabajar.
REBECA: No sabes hacer nada.
SEBASTIÁN: Sé jugar fut bol.
REBECA: Pásame ese lado de la sábana.
SEBASTIÁN: Agárrala (Se la avienta).
REBECA: No me la avientes.

Terminan de colocar la sábana.

SEBASTIÁN: Ya está.
REBECA: Pon la cobija.
SEBASTIÁN: ¿No vas a vomitar de nuevo?
REBECA: No te estés burlando.
SEBASTIÁN: Abuela…
REBECA: Desarruga bien esa parte.
SEBASTIÁN: Ya nos vamos a acostar.
REBECA: Aprende a hacer bien las cosas.

Tienden la cama.

SEBASTIÁN: Listo.
REBECA: Vamos a dormirnos, es tarde.
SEBASTIÁN: …Me voy a lavar los dientes.
REBECA: Cierras bien la llave. Me tiene harta esa gotera.
SEBASTIÁN: Sí.
REBECA: No se te olvide traerme el agua.
SEBASTIÁN: No.

Va a la cocina con las sábanas. Rebeca se cambia el camisón. Se mete en la cama con dificultad. Llega Sebastián con un vaso de agua. Se lo da. Ella toma.

REBECA: Está fría.
SEBASTIÁN: Está al tiempo.
REBECA: El tiempo está frío.
SEBASTIÁN: Estoy cansado.
REBECA: Ya acuéstate.
SEBASTIÁN: Hay que hablarle al doctor.
REBECA: Es noche.
SEBASTIÁN: ¿Te sientes mejor?
REBECA: Un poco.
SEBASTIÁN: Me asustaste.
REBECA: ¿Me veo muy fea?
SEBASTIÁN: No… Me preocupé.
REBECA: (Le entrega el vaso y le acaricia la cabeza) Apaga la luz.
SEBASTIÁN: ¿No vas a leer tu Biblia?
REBECA: No, no encontré mis lentes.
SEBASTIÁN: ¿…Quieres que te lea?
REBECA: Estoy cansada.
SEBASTIÁN: Abuela… no quiero dormir contigo.
REBECA: No hay otra cama.
SEBASTIÁN: Duermo en la sala.
REBECA: No digas tonterías.
SEBASTIÁN: No me gusta.
REBECA: …Sólo acompáñame hoy. Después ya no. Vamos a dormirnos.

Sebastián pone el vaso en el buró y se mete a la cama. Apaga la luz. Oscuro en el cuarto.

REBECA: Dejaste prendida la luz de la cocina.
SEBASTIÁN: Voy.

Enciende la luz del cuarto y sale. Apaga la luz de la cocina. Regresa y se acuesta. Apaga la luz. Tenue iluminación de luces que se cuelan.

REBECA: ¿Ya te persignaste?
SEBASTIÁN: Ya.
REBECA: No sentí.
SEBASTIÁN: Ya lo hice.
REBECA: Hazlo de nuevo para que sienta. En voz alta. Que te oiga Dios.
SEBASTIÁN: Ya lo hice.
REBECA: Hazlo por mí.
SEBASTIÁN: En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
REBECA: Amén.

Silencio. Sebastián se incorpora y le da el beso de las buenas noches.

REBECA: Sebastián, pide por mí.
SEBASTIÁN: Sí.
REBECA: Pórtate bien.
SEBASTIÁN: Sí. (Silencio) Abuela…
REBECA: ¿Qué?
SEBASTIÁN: Tu vómito olía muy mal.
REBECA: No te preocupes.
SEBASTIÁN: …No quiero quedarme solo.
REBECA: ...

Silencio.

SEBASTIÁN: Abuela… ¿y si te digo que te quiero?
REBECA: … ¿Qué?
SEBASTIÁN: …Nada.
REBECA: …Gracias.

Silencio.

SEBASTIÁN: Abuela…
REBECA: …
SEBASTIÁN: Abuela...
REBECA: Duérmete, corazón…
SEBASTIÁN: ¿A qué hora nos levantamos?

Silencio.

SEBASTIÁN: Abuela…

Silencio.

SEBASTIÁN: ¿Abuela?



Oscuro total.


Obra escrita en el primer taller de la Royal Court International Playwrights de Londres Inglaterra en México.
Presentada en el ciclo de lecturas de la Royal Court en México en el Centro Cultural Helénico en lectura dramatizada dirigida por Hugo Arrevillaga con los actores María Elena Olivares y Mauricio Garmona.
Presentada en Lectura dramatizada en el Cineclub “El Pochote” de Oaxaca, Oax. con Guadalupe Villa, Paco Reyes y Celina Aguilar.