ÑEYIVI MEENI















ÑEYIVI MEENI (DR)



Paco Reyes


*






A mi familia.






Personajes:


ROSA
MARÍA
PEDRO
PADRE
MADRE
HOMBRE
ITADAA
MUJER 1
MUJER 2
MUJER 3
MUJER 4
MUJER 5
MUJER 6

I

Primavera. Sonidos de pájaros y aves domésticas. María llega corriendo con una muñeca en las manos y los pies descalzos.

MADRE (OFF): ¡María!

María voltea. Un pájaro comienza a silbar y la niña imita el sonido del ave. Llegan más pájaros que vuelan en torno a María. Aparece Itadaa, hermosa princesa prehispánica, rodeada de mariposas y vestida con muchos colores. María la abraza. Cantan y juegan. Suena  un trueno. La princesa toma a María y la apoya en su regazo.

ITADAA: María…

           Nuevamente el trueno.

 ITADAA: María…

Nuevamente el trueno.

ITADAA: Se'ya yikin meeni, María.[1]

PADRE (OFF): ¡María!

Silencio. Itadaa desaparece, los pájaros se van. Queda María sola; abraza su muñeca y camina hacia el pie de un árbol. Al llegar, se sienta y toma el sombrero de palma que está tejiendo y continúa la labor.
 

II

El padre, con un sombrero casi terminado en la mano y fumando, se acerca a María. Detrás viene la madre manteniendo siempre cierta distancia. El padre da a María unas sandalias de plástico. María las toma y comienza a ponérselas.



MARÍA: ¿A dónde vamos?

PADRE: Con Rosa.



María sonríe y se pone rápidamente las sandalias. El padre la levanta por el brazo y comienza a caminar, la niña lo sigue. Atrás viene la madre, quien recoge la muñeca de María.


III

Casa de Pedro. Lugar de tres piezas principales: cocina, comedor y un cuarto del que se ve el interior sólo por la puerta. Se entiende cierta posición económica.

Rosa barre el interior de la casa; Pedro está parado en la puerta viendo hacia la calle.



ROSA: ¿A quién espera?



Pedro no responde. Rosa deja de barrer y lo observa.



PEDRO: Qué te importa.



Rosa sigue barriendo, callada. Llegan  los padres de María con ella en la misma formación y se encaran con Pedro en la puerta. Rosa los ve y se aproxima, contenta.



ROSA: Buenos días, pasen, qué bueno que vinieron. ¿Les sirvo algo de tomar?



Pedro se interpone entre Rosa y sus padres, se planta en la entrada de la casa. El padre observa a Pedro a los ojos.



PADRE: Acá te la traigo. No puedes decir que es mal negocio, quedarás muy bien pagado.

PEDRO: Si ya tengo una, ¿para qué quiero otra? Lo que quiero es el dinero.

PADRE: Me dijiste que sí. ¡Quedamos de acuerdo! No tengo dinero y además… no te hace falta.

PEDRO: Tampoco las mujeres.

PADRE: No lo hagas más difícil...

PEDRO: Si no te parece, vete. No quiero niñas, acábala de criar y luego me la traes. Si tengo dinero, es porque no lo desperdicio.

PADRE: Está niña pero tiene agujero...  Es lo que importa.



Silencio. Rosa observa atenta. La Madre, atrás, tiene la mirada en el suelo y las manos juntas a la altura del vientre.



PADRE: O la agarras o sales perdiendo, no tengo otra forma de pagar.

PEDRO: Está muy chica, no cubre la deuda.

PADRE: Trabaja mucho y cocina bien.

PEDRO: Ya tengo una que hace eso. ¿Ésta qué otras gracias tiene?

PADRE: Está tierna. El elote tierno es el de más jugo.

PEDRO: (Le quita el cigarro a El Padre y fuma.) Lárgate y déjala, pero acepta que salgo perdiendo. Aunque no lo valga, terminamos la deuda. Quedan tu palabra y la mía



Pedro fuma, tira el cigarro y lo pisa. El Padre jala del brazo a María y se la entrega a Pedro, voltea y empieza a caminar. Pasa junto a la esposa sin mirarla y continúa su camino. La Madre se acerca a María sin mirarla y la toma de los hombros.



MADRE: Compórtate y sé buena hija, buena esposa y buena mujer. Para eso naciste y ahora cumples tu misión... Alégrate.



Le entrega su muñeca. Intenta acercarse a Rosa pero se detiene, voltea y apresura el paso para alcanzar al esposo.



MARÍA: ¿A dónde van?



María voltea a ver a Pedro y a Rosa, intenta ir tras sus padres pero Pedro la toma y la mete a la casa. Rosa la abraza y observa a Pedro. Éste le arrebata a María y jalándola se dirige hacia el cuarto.



MARÍA: ¡Suélteme! ¡Mamá! ¡Papá!

ROSA: ¿Qué pasa?

PEDRO: Nada. Me la regalaron.

MARÍA: ¡Suélteme!



Pedro le tapa la boca a María, ella intenta zafarse.



ROSA: No entiendo.

PEDRO: No tienes que hacerlo.

ROSA: ¿…Qué hace María con nosotros?

PEDRO: Hará lo mismo que tú, ahora es mi mujer. Por fin me pagó tu padre.



Rosa se interpone entre Pedro y el cuarto.



ROSA: ¿…Qué piensa hacer?

PEDRO: Voy a estrenar esposa.

ROSA: ¡…Déjela!

PEDRO: Quítate.



Rosa intenta quitarle a María, pero Pedro la detiene y la avienta. Rosa cae.



MARÍA: ¡Rosa!

PEDRO: Cállate. Ahora harás lo que te ordene y sin negarte.

MARÍA: Papá, mamá, Rosa...



Rosa se levanta y corre hacia Pedro, trata de arrebatarle a María pero nuevamente es rechazada.



ROSA: Deje a mi hermana, es una niña.

PEDRO: Ya no es tu hermana. Y lo de niña, lo arreglo yo.

ROSA: Por favor déjela, está muy chica. ¡No tiene la culpa!

PEDRO: ¿De qué?

ROSA: ...

PEDRO: ¿La culpa de qué?

ROSA: ... de estar acá.

PEDRO: Yo no le pedí a tu padre tenerlas, él me considera un buen hombre y me las dio.

ROSA: ¡Pero yo soy su mujer!

PEDRO: Ahora tengo dos. Y quedó en familia.

MARÍA: Rosa...

ROSA: ¡Por favor déjela!

PEDRO: A las vacas se les marca.



Pedro abre la puerta del cuarto y mete a María, que tira la muñeca. Rosa intenta detenerlo pero nuevamente cae al suelo por la fuerza de Pedro, quien entra en el cuarto y cierra la puerta. Rosa no puede abrir. Golpea la puerta.



ROSA: ¡Abra, por favor! ¡Déjela, es una niña!...



Se arrincona en la puerta mientras llora. Toma la muñeca. La luz empieza a descender.



ROSA: Es una niña...



Obscuro.





IV

Verano. Seis mujeres paradas en un puente.



MUJER 1: Algo está pasando. El cielo está rojo.

MUJER 2: Va a hacer calor.

MUJER 3: Los tiempos están cambiando. Se respira en el aire.

MUJER 4: Los ancianos lo decían; cuando el cielo sangra, algo pasa.

MUJER 5: ¿Por eso no ha llovido? Las cosechas se están perdiendo.

MUJER 6: El cielo ya no quiere llorar por sus hijos. Se le acabaron las lágrimas.

MUJER 2: Los santos nos amparen. ¿Qué será de nuestro pueblo?

MUJER 6: Tendremos que rezar mucho. Aumentar las penitencias entre nosotras y que los dioses tengan misericordia.

MUJER 3: Que el mal se termine.

MUJER 5: Hay que hacerle una limpia a este pueblo.

MUJER 4: Yo creo que todo es un mal augurio.

MUJER 1: Lo dijo el padre en misa: “son signos de los tiempos”.

MUJER 3: Yo no entendí pero se oyó muy feo.

MUJER 2: Los niños son los que sufrirán por esto. Estoy segura.

MUJER 1: Algo tenemos que hacer para que todo se arregle. La madre tierra lo reclama.

MUJER 2: Debemos sacar el mal del pueblo, por el bien de nuestros hijos.

MUJER 3: ¿Y qué haremos?

MUJER 4: Esperar.

MUJER 5: ¿Esperar qué...?

MUJER 6: Alguna señal. La tierra o el cielo nos la darán.





V

Casa de Pedro. María limpia mientras Rosa cocina.



ROSA: Te apuras a limpiar esa mesa. Pedro no tarda en llegar y ya sabes cómo se pone.

MARÍA: ¿Por qué...?

ROSA: Porque ése es su modo.

MARÍA: ¿...por qué me trajeron acá?



Pausa. Rosa voltea a verla y tras un momento azota la cuchara sobre el fogón.



ROSA: ¡Esta cebolla está muy fuerte! (Se limpia los ojos).

MARÍA: Rosa... ¿Por qué me trajeron acá?

ROSA: Fue cosa de papá... A mí no me preguntes...

MARÍA: No quiero estar acá, Rosa... Quiero irme con Itadaa.

ROSA: ¿Y ésa quien es?

MARÍA: La princesa.

ROSA: ¿Qué princesa?

MARÍA: La del bosque, la que protege a los árboles y a los pájaros. La que juega con los peces del río y se lava la cara en el arco iris. La que corre entre las flores y baila con el aire y sólo come raíces y retoños y bebe gotas de rocío...

ROSA: ¿De qué estás hablando?

MARÍA: De la princesa...

ROSA: No te entiendo, chamaca. Mejor apúrate si no quieres que Pedro te pegue. Ya ves cómo se pone.



Siguen con las actividades en silencio.



MARÍA: ¿Por qué estoy acá?

ROSA: Porque eres la mujer de Pedro. La mujer debe estar con el hombre.

MARÍA: Pero tú eres la mujer de Pedro.



Pausa. Rosa va con María y la abraza.



ROSA: ¡Ay, mi niña!

MARÍA: Rosa, yo me quiero ir con Itadaa.

ROSA: Estás acá porque papá te trajo con Pedro para que fueras su mujer y es acá donde debes estar. ¿Entiendes? Con él y conmigo.

MARÍA: ¿Y por qué con Pedro?

ROSA: Porque es mi esposo y papá ya lo conoce. Pensó que estarías bien acá.

MARÍA: No quiero estar con él. Me duele.

ROSA: No podemos hacer nada. Tranquila, chiquita,  yo te voy a cuidar.

MARÍA: Pero me duele.

ROSA: ¿Qué te duele para hacerte un té?

MARÍA: Me duele acá... (Se toma la entrepierna.)

ROSA: Déjame ver.

MARÍA: No...

ROSA: Déjame ver para que sepa por qué te duele.



María se descubre discretamente y muestra a Rosa los genitales. Rosa los ve y se levanta estrepitosamente.



ROSA: ¡Jesús, niña! ¡Estás muy lastimada!

MARÍA: Me duele.

ROSA: Estás muy chiquita...



Silencio.



ROSA: Te voy a poner unas compresas o a ver qué te hago. No tenemos alcohol para ponerte, sólo un poco de aguardiente de Pedro. Por acá debe estar.



María se cubre y Rosa va a la cocina. Busca el aguardiente y llora. María va con Rosa. Entra Pedro.



MARÍA: No llores, Rosa... voy a estar bien.

PEDRO: ¿En dónde se metieron?



Rosa se limpia la cara y María hace como que cocina.



PEDRO: (A Rosa.) Ven. Que vengas. (A María.) Sírveme, tengo hambre (Se sienta.)

MARÍA: Todavía no está lista...

PEDRO: Dije sírveme ¿Tú por qué lloras?

ROSA: Por nada. Perdón.

PEDRO: No se llora por nada. ¿Por qué lloras?

ROSA: La cebolla está muy fuerte.

PEDRO: Y crees que soy pendejo.

ROSA: Me lastimé haciendo el aseo. Me machuqué el dedo.

PEDRO: Te lastimaste el dedo...

ROSA: Sí... Pero no volverá a pasar.

PEDRO: ¿Cuál dedo?

ROSA: Éste.

PEDRO: ¿Éste?

ROSA: Sí...



Pedro toma el dedo de Rosa y lo chupa lentamente.



PEDRO: ¿Te duele?

ROSA: Un poco.

PEDRO: ¿Todavía te duele? (Continúa chupándolo.)

ROSA: No, ya no.

PEDRO: ¿Segura?

ROSA: Sí, ya me siento bien, se me pasó el dolor. Gracias.

PEDRO: Bueno (La agarra.) Con mentiras a otro. Me dices por qué lloras o vas a llorar de verdad.



María pone el plato con comida en la mesa.



MARÍA: Ya está listo.

PEDRO: Habla.

MARÍA: Ya está listo.

PEDRO: Ya te escuché.

ROSA: Es por eso, me lastimé...

PEDRO: No andes malgastando lágrimas... Sólo llorarás cuando me muera.

MARÍA: ¡Ya está listo!

PEDRO: ¿Me levantas la voz...?

MARÍA: Porque ya está listo.

PEDRO: ¿Y por eso me gritas?

MARÍA: No hacías caso.

PEDRO: Yo como a la hora que quiero.

ROSA: Ya, María, vete para la cocina.

MARÍA: Te está pegando.

PEDRO: Es mi mujer y le pego cuando quiera, también a ti.

MARÍA: A mí no me toques.

PEDRO: ¿Qué dijiste?

MARÍA: Que a mí no me toques.

ROSA: Ya, María, por favor...

MARÍA: Pues que no te pegue Rosa.

ROSA: Es el hombre y puede hacerlo.

MARÍA: ¡A mí no me toca!

PEDRO: Con que fierecilla... (Suelta a Rosa y agarra a María, sorprendido.) Así que nos salió fierecilla. Ven, siéntate en mis piernas, no te va a pasar nada, siéntate. (A Rosa.) Termina de servirme. (Acaricia el cuerpo de María.) Así que me saliste fierecilla...

MARÍA: ¡Déjame!

PEDRO: Espérate, tranquila. (Continúa acariciándola.) La mujer mientras más salvaje es más mujer. Pero hay que domarla. Las bestias pueden morderte. Eso es bueno en ti ¿sabes?, estás en edad de ser domada. Una bestia de casa es algo muy bueno.



Rosa azota en la mesa la taza con café y el canasto con tortillas.



ROSA: Se le va a enfriar la comida.

PEDRO: Pues la calientas de nuevo.

MARÍA: Voy a ayudar a Rosa.

PEDRO: Dame de comer.

MARÍA: Ya está servido.

PEDRO: Dame en la boca.

MARÍA: ¿No sabes comer solo?

ROSA: No le hables así, chamaca.

PEDRO: Déjala.

MARÍA: Si ya está grande, ya puede comer solo.

PEDRO: Tú dame de comer y no hables. Así. (Toma a María de las manos y le enseña cómo alimentarlo. Rosa los observa parada junto a la mesa.) Viéndolo bien, el negocio no fue tan malo; una buena mujer por unas tierras secas. (Viendo a Rosa.) De tu familia sólo recibí eso, tierra seca. Y yo quiero fruto. Y tú mi fierecita me lo vas a dar, tú sí eres buena tierra. (La acaricia mientras María lo alimenta.) El perro de tu padre no tuvo tan mala semilla, sólo la que me dio primero. Está como la tierra por la que te cambiaron. Dan polvo y lástima. Tu padre es un perro dañero que quiere fregar a los otros, pero yo soy el más dañero en este pueblo. A mí nadie me friega, y quien se atreve nomás a pensarlo, me lo chingo o se chinga solito.



A María se le cae un poco de comida en el cuerpo y Pedro la limpia con la lengua.



PEDRO: Vete con calma, más despacio... con cariño. Debes aprender a alimentarme.

MARÍA: Pero no me toques.

PEDRO: Te toco todo lo que quiero.



Pedro besa a María y ella se limpia.



PEDRO: ¿Qué?

MARÍA: …Nada.

PEDRO: ¿No te gusta?

ROSA: ¿Quiere más comida...?

PEDRO: No… casi estoy lleno.



Pedro se levanta y entra al cuarto. María empieza a recoger las cosas de la mesa. Pasa junto a Rosa y ella la toma del brazo.



ROSA: ¡Te limitas a ayudarme!... ¿entendido? En esta casa no harás otra cosa si quieres estar en paz.

MARÍA: ...Sí, Rosa.



Terminan de recoger las cosas. Sale Pedro. Toma de la cintura a María y la conduce al cuarto. Rosa deja las cosas y va con ellos, empieza a aflojarse la ropa, entra al cuarto y cierra la puerta. Tras un breve momento se abre la puerta y Pedro saca a Rosa. Cierra la puerta. Rosa acaricia la puerta mientras llora, se arrincona junto a ella. Oscuro.





VI

Otoño. Las seis mujeres paradas en el puente.



MUJER 1: El tiempo está cambiando.

MUJER 2: Se acabaron los días estrellados. La luna está sola en el cielo.

MUJER 3: Los pájaros ya no cantan como antes.

MUJER 4: Ahora lloran. Sus trinos son lamentos.

MUJER 5: No recuerdo noches tan frías.

MUJER 6: Las nubes parecen espíritus que vagan por el cielo.

MUJER 1: Todo está de cabeza.

MUJER 3: Los coyotes aúllan mucho, creo que están entrando en el pueblo.

MUJER 5: Es por lo que pasa. Hasta las bestias están sufriendo. Se acabó la comida en el monte.

MUJER 2: Y los niños, ¿Qué será de los niños?

MUJER 4: Y no nos mandan la señal...

MUJER 6: Pero llegará pronto. El aire frío que recorre el pueblo por la noche nos la dirá.

MUJER 1: Pues que no tarde tanto. El invierno ya va a llegar.

MUJER 4: Este invierno será muy duro. Hay que prepararnos.

MUJER 5: Un invierno nunca visto.

MUJER 3: Por eso la luna está sola. Está sufriendo.

MUJER 2: Y los niños, ¿qué será de los niños?

MUJER 6: Que la madre tierra los cobije, si el cielo los ha abandonado.

MUJER 1: Hay que poner un remedio.

MUJER 2: Encontrar la plaga que recorre el pueblo.

MUJER 3: Esa plaga debe terminarse.

MUJER 4: Sólo así podremos descansar de nuevo.

MUJER 5: Y que los dioses y los santos nos protejan.

MUJER 6: Que se cumpla su voluntad. Esperemos la señal.





VII

Noche. En un paraje no muy claro, con neblina, hay un Hombre de pie entre las sombras, apenas visible. De entre la neblina aparece Rosa.



HOMBRE: Creí que ya no venías.

ROSA: No podía salir de la casa.

HOMBRE: Tú dices para qué me quieres.

ROSA: Necesito que me ayude. Pero nadie debe enterarse.

HOMBRE: El silencio cuesta.

ROSA: Dígame cuánto, pero debe prometerlo. Nadie debe saber.

HOMBRE: El precio depende del asunto.

ROSA: Quiero que se lleve a mi hermana María del pueblo.

HOMBRE: ¿A dónde va?

ROSA: A donde sea. Desaparézcala.

HOMBRE: ¡Ah, chingá! ¿Y eso a qué se debe?

ROSA: Es asunto mío.

HOMBRE: Con los asuntos de Pedro yo no me meto.

ROSA: No es de Pedro, es mío. Yo le voy a pagar.

HOMBRE: Tu hermana es mujer de Pedro: es asunto suyo. Con él yo no me meto.

ROSA: Será secreto. Nadie sabrá que fue usted.



Pausa.



HOMBRE: Si prometes silencio, yo lo prometo. Pero la paga deberá ser buena.

ROSA: No tengo mucho dinero.

HOMBRE: ¿Me hiciste venir al pueblo para decirme que no tienes dinero? ¿Cómo piensas pagarme?

ROSA: Venda a María.

HOMBRE: ¿…Por qué quieres que se vaya?

ROSA: Ya le dije que es cosa mía.

HOMBRE: ¿Cuánto me vas a pagar?

ROSA: Ahora le doy un poco y el resto cuando se la lleve.

HOMBRE: ¿Cuánto traes?

ROSA: No es mucho pero sí es algo. Le doy más cuando se la lleve.

HOMBRE: También quiero un caballo.

ROSA: Trataré de conseguirlo.

HOMBRE: No pregunté si puedes, dije que lo quiero.

ROSA: Bueno, yo veo.

HOMBRE: ¿Estás decidida, eh?

ROSA: Llévesela y ya.

HOMBRE: De acuerdo. Que sea la próxima semana. Termino de hacer mis negocios y regreso con mercancía. Aprovechamos para sacarla.

ROSA: La próxima semana nos vemos.



Pausa.



ROSA: Por favor... Déjela en un buen lugar.

HOMBRE: Siempre lo hago. La próxima semana, entonces. Dame mi pago.

ROSA: Esto es lo que traigo.



Rosa le da al Hombre una bolsita con dinero, él la revisa.



HOMBRE: No es mucho. Mejor yo me cobro.



Toma a Rosa y la mete entre las sombras.





VIII

Casa de Pedro. María arregla unas flores y Rosa realiza algunas labores domésticas.



MARÍA: Estuvo muy fría la noche, casi no pude dormir.

ROSA: Pues apúrate, luego descansas.

MARÍA: Hoy trabajaré poco.

ROSA: Ahora resulta. ¿A razón de qué si se puede saber?

MARÍA: Dijo Pedro que debo cuidarme.

ROSA: Pues digo yo, que soy la mujer de Pedro, que te cuides mientras trabajas.

MARÍA: Yo también soy mujer de Pedro.



Pausa.



ROSA: María, ¿eres feliz aquí?

MARÍA: ¿Aquí?

ROSA: Con Pedro y conmigo.

MARÍA: Sí.

ROSA: ¿No te da miedo Pedro?

MARÍA: No sé.

ROSA: ¿Cómo que no sabes? Te trata mal.

MARÍA: Casi no. Me besa mucho, me acaricia.

ROSA: Pero será sólo por un momento, después te va a pegar. Como a mí.

MARÍA: ¿Siempre te ha pegado?

ROSA: Sí, siempre. Desde que llegué a esta casa.

MARÍA: ¿Por qué te dejas?

ROSA: Porque es el hombre y le debo respeto. El mismo que toda mujer debe tener con el hombre.

MARÍA: ¿Tú quieres a Pedro?

ROSA: Mucho.

MARÍA: ¿Y yo cómo sé si lo quiero?

ROSA: Tú no puedes quererlo, estás muy chica, no sabes cómo querer a un hombre. Sólo las mujeres grandes sabemos hacerlo.

MARÍA: ¿Por qué Pedro ya no te besa?

ROSA: Sí me besa. Que tú no lo veas es otra cosa.

MARÍA: A mí me besa mucho.

ROSA: No está bien que te dejes. Estás muy chamaca para eso.

MARÍA: Pero si soy la mujer de Pedro, debo dejar que me haga lo que quiera.

ROSA: Su mujer soy yo. Tú eres... tú eres... una chamaca sonsa que no sabe lo que dice ni lo que hace y mejor cállate y ponte a trabajar.

MARÍA: Pedro me dijo que trabajara poco y que me cuidara. Me lo dijo en la mañana antes de irse.

ROSA: Si no vas a hacer nada, hazlo callada.



Silencio.



MARÍA: Cuando Pedro me besa se siente chistoso. Da comezón, como hormiguitas.

ROSA: No estés diciendo tonterías y cállate.

MARÍA: Pedro tiene un lunar en la panza. Le gusta cuando se lo acaricio.

ROSA: ¿No sabes estar callada?



Silencio.



MARÍA: Rosa, ¿por qué no tienes hijos?

ROSA: ¿Qué te importa?

MARÍA: Pedro quiere que yo tenga uno pero no sé cómo.

ROSA: Los hijos llegan solos.

MARÍA: ¿Y cuándo llegan?

ROSA: Cuando sea el momento. Haz lo que Pedro te diga.

MARÍA: ¿Crees que tarde mucho?

ROSA: Si sigues hablando, sí. Mejor cállate y apúrate a hacer el aseo.

MARÍA: Pero, tú crees que...

ROSA: ¿No entendiste que te callaras?

MARÍA: Está bien. Pero yo quiero tener un hijo para jugar con él.

ROSA: Un hijo no es un juguete.

MARÍA: Pero yo lo voy a querer mucho. Si es niño... se llamará Pedro, y si es niña… se llamará Rosa.



Pausa.



ROSA: Todavía ni lo tienes y ya estás pensando en eso. Estás loca, chamaca. Mejor ponte a trabajar.

MARÍA: Y va a ser grandote, como Pedro.



Pausa.



ROSA: Oye, María, ¿no te quieres ir del pueblo?

MARÍA: ¿Para qué?

ROSA: No sé. Para jugar... ¿No te quieres ir con tu princesa?

MARÍA: ...Ya ni me acordaba de ella.

ROSA: Cuéntame. ¿Es bonita?

MARÍA: ...Sí. Canta con los pájaros y con los demás animales del cerro. Nada en el río y juega con la lluvia. Ella jugaba mucho conmigo y me ponía flores en el cabello y caminábamos por el monte.

ROSA: Parece muy linda. ¿No quieres irte a vivir con ella?

MARÍA: No.

ROSA: ¿Por qué?

MARÍA: Porque si me voy con Itadaa, quién va a atender a Pedro.

ROSA: Pues yo.

MARÍA: ¿Y si Pedro no quiere?

ROSA: No te preocupes. No le decimos nada. Sólo te vas con la princesa y estás con ella. Corren por el cerro y cantan con los pájaros y comen raíces y toman agua del río. ¿Te gusta?

MARÍA: Sí, pero ven tú conmigo.

ROSA: No puedo.

MARÍA: ¿Por qué no?

ROSA: Porque soy la mujer de Pedro.

MARÍA: Entonces yo tampoco puedo, yo también soy mujer de Pedro.

ROSA: No, tú debes irte con la princesa del cuento para que jueguen.

MARÍA: Pero… si me voy con Itadaa, no voy a poder tener un hijo.

ROSA: ¿Por qué?

MARÍA: Porque tú me dijiste que para tenerlo debo hacer lo que Pedro me diga. Si me voy con Itadaa, Pedro no va a estar y no tendré un hijo.

ROSA: Mira, María, en realidad lo que pasa es que los hijos llegan. Llegan a donde uno está. Si te vas con tu princesa, él llegará contigo sin ningún problema. Los bebés siempre saben a dónde llegar. No te preocupes. Yo llegué con mamá, también tú. Todos los niños llegaron con sus mamás. El tuyo llegará contigo.

MARÍA: ...

ROSA: En serio.

MARÍA: Mejor me espero a que llegue.

ROSA: ¡No! Tienes que irte ya. Vete con la princesa.

MARÍA: Pero yo quiero tener a mi hijo.

ROSA: Mira, María, te voy a decir algo que es secreto así que no lo cuentes.  Júrame que no lo vas a decir.

MARÍA: Está bien.

ROSA: La princesa que vive en el monte es la que da los hijos.

MARÍA: ¿Itadaa?

ROSA: Sí, tu amiga la princesa. Ella los regala.

MARÍA: ¿Los regala? ¿Entonces no llegan?

ROSA: Llegan cuando las mamás no van por ellos. Pero esas son las mamás que no quieren a sus hijos. ¿Tú quieres al tuyo, no?

MARÍA: Sí.

ROSA: Entonces ve por él.

MARÍA: Pero tú me dijiste que para tenerlo debía hacer lo que Pedro me dijera.

ROSA: Pues no es cierto.

MARÍA: ¿Entonces no hago lo que Pedro me diga?

ROSA: No.

MARÍA: Pero Pedro es el hombre y debo obedecerlo.

ROSA: Pero eso es de otra forma.

MARÍA: No entiendo.

ROSA: A Pedro siempre le debes hacer caso. Y no sólo a Pedro, sino a todos los que son mayores que tú, los debes respetar y obedecer. Por eso hazme caso, ve con la princesa y le pides un hijo.

MARÍA: ¿Entonces mi hijo no va a llegar a la casa?

ROSA: No si tú vas por él.

MARÍA: ¿Y sí me lo va a regalar Itadaa?

ROSA: ¡Claro! ¿No es tu amiga? Con más razón.

MARÍA: ¿Y lo traigo para que Pedro lo vea?

ROSA: No, vas por él y te quedas a vivir con la princesa.

MARÍA: ¿Y qué voy a hacer con Itadaa?

ROSA: Pues… juegan y cuidan a tu hijo entre las dos.

MARÍA: Pero yo quiero que Pedro sepa que tuvo un hijo. Él quiere uno.

ROSA: Sí se va a enterar, chamaca, pero si te quedas acá, le va a pegar a tu hijo. Mejor vete para que los dos estén bien y no les pegue.

MARÍA: ¿Y cómo se va a enterar?

ROSA: Los hombres siempre saben cuando tienen hijos. Lo que importa es que no sepa en dónde estás, así no le podrá pegar al niño. Ya ves cómo me trata a mí, no quieres que trate igual a tu hijo, ¿o sí?

MARÍA: No.

ROSA: Entonces vete con tu princesa.

MARÍA: No sé. A mí Pedro me trata bien... me gustan sus brazos.

ROSA: No digas tonterías y hazme caso, yo sé cómo son las cosas. Vete con la princesa; conozco un señor que te puede llevar con ella.

MARÍA: No sé, Rosa.

ROSA: ¿Quieres a tu hijo sí o no?

MARÍA: Sí.

ROSA: Entonces vete con la princesa y quédate con ella. Yo no le voy a decir nada a Pedro, tú tampoco debes decirle. Si te quedas, va a golpear a tu hijo igual que a mí; pero si estás con la princesa, podrás tener a tu hijo en paz con ella y no le pasará nada. Es mejor que te vayas, ¿entiendes?



Pausa.



MARÍA: …No mucho.

ROSA: Haz lo que te digo, tenme confianza. Ve con la princesa y le pides un hijo. Eso si de verdad lo quieres, sino, quédate sentada.

MARÍA: Sí lo quiero, pero quiero que Pedro lo conozca.

ROSA: Bueno, si quieres que Pedro lo conozca, primero ve por él y después lo traes; pero ve sin que Pedro se entere para que sea una sorpresa, verás que le va a gustar mucho. ¡Le va a encantar! Pero no debe saber nada para que sea sorpresa. Yo no le voy a decir y tú también debes quedarte callada, ¿me entiendes? Será nuestro secreto.

MARÍA: Bueno. Pero no le digas nada a Pedro.



Rosa va con María, la abraza y le da un beso en la cabeza.





IX

Es de noche en casa. Aparece María entre las sombras con su muñeca en las manos. Está dormida. Recorre toda la pieza abrazando a la muñeca.



MARÍA: Y se llamará Pedro... O Rosa.





X

Atardecer. Las seis mujeres en el puente tiran pétalos de flores al río.



MUJER 1: Que la tristeza se vaya de los rostros.

MUJER 2: Y la alegría regrese a las miradas.

MUJER 3: Que los males desaparezcan con el viento de la mañana.

MUJER 4: Y los niños jueguen en los carrizales sin que las serpientes les quiten la vida.

MUJER 5: Que los males se terminen.

MUJER 6: El sol que muere se los lleve y mañana con el alba lleguen buenas noticias.

MUJER 2: Que estas flores que ahora se sacrifican por nosotros y nuestros males, traigan la paz al pueblo.

MUJER 4: Que la risa de los niños se oiga en todos los rincones.

MUJER 6: Que la vida llegue con el agua y los montes reverdezcan.

MUJER 1: Que las bestias engorden con los buenos tiempos y abunde el alimento para el hombre.

MUJER 3: Que regresen las cosas a su orden. Que lo antiguo sea de nuevo lo que vivamos.

MUJER 5: El futuro sea para la vida y no para la muerte.

MUJER 1: El mal termina.

MUJER 2: La vida empieza.

MUJER 3: La paz se acerca.

MUJER 4: La risa crece.

MUJER 5: El orden regresa.

MUJER 6: Se acerca el tiempo.





XI

Amanece. Rosa entra corriendo a casa. Se descubre la cabeza.



ROSA: ¡María! ¡María!

MARÍA: ¿Qué? (Sale de la cocina con una mano de metate en las manos embarradas de masa.)

ROSA: ¿Estás lista?

MARÍA: No quiero ir, Rosa.

ROSA: Ya habíamos quedado.

MARÍA: Me quiero quedar con Pedro.

ROSA: No, debes irte con tu princesa.

MARÍA: Pero tengo miedo.

ROSA: No te preocupes. Te va a llevar un señor que yo conozco.

MARÍA: ¿Y él cómo sabe en dónde está Itadaa?

ROSA: No sé. La cosa es que sabe. Anda, chamaca, apúrate a juntar tus cosas que se le va a hacer tarde al señor.

MARÍA: Pero yo sé llegar con Itadaa, ¿para qué va el señor?

ROSA: Pues… para ayudarte, para que te proteja y no te pase nada en el camino. ¡Ándale que se va a hacer tarde!

MARÍA: No, Rosa, no me quiero ir.

ROSA: Te friegas, quedaste que te ibas y te vas. ¡Si quieres a tu hijo, ve por tus cosas!

MARÍA: Está bien, ya voy.

ROSA: ¡Apúrate!



María deja la mano de metate en la mesa y, limpiándose las manos con el mandil, entra al cuarto. Entra el Hombre a la casa.



HOMBRE: ¿Está lista?

ROSA: Ya casi.

HOMBRE: Va a costar trabajo sacarla. Es día de plaza y hay gente saliendo del pueblo, para mí que pueden verla. Si Pedro se entera...

ROSA: No la verán, estoy segura. Llévesela.

HOMBRE: No le quiero arriesgar. Mejor ahí lo dejamos.

ROSA: Ya recibió parte del pago y no puede echarse para atrás.

HOMBRE: Dime cómo la sacamos sin que se den cuenta.

ROSA: No sé.

HOMBRE: Piénsale.



Rosa se sienta mientras el Hombre la observa. Se levanta corriendo y va a la cocina. Regresa trayendo un costal.



ROSA: Ya sé cómo le hacemos. La mete en este costal, así nadie la verá y puede decir que es mercancía.

HOMBRE: ...

ROSA: La esconde bien y nadie la ve.

HOMBRE: ¿Y si no se quiere meter?

ROSA: Yo la convenzo. Sí se mete. ¡Apúrate, María!

HOMBRE: Voy a preparar los caballos (Sale.)



Entra María con un bulto en una mano y su muñeca bajo el brazo.



MARÍA: Ya estoy lista.

ROSA: Mira, María, necesitamos hacer una cosa para que no te pase nada y puedas llegar sin problemas. ¿Quieres ir con la princesa, verdad?

MARÍA: Sí.

ROSA: Entonces necesito que te metas en este costal. Te vas a ir escondida un rato pero luego sales, no te va a pasar nada. Es un juego.

MARÍA: Yo no me meto en eso.

ROSA: Necesitas hacerlo si quieres ir con la princesa.

MARÍA: No quiero.

ROSA: Entiende, te debes meter ahí si te quieres ir.



Entra el Hombre.



HOMBRE: Órale, o se apuran o se queda.

MARÍA: ¿Él me va a llevar?

ROSA: Sí, apúrate o te quedas. El señor ya se va.

MARÍA: No me quiero meter ahí.

ROSA: Lo tienes que hacer.

MARÍA: No quiero.



Rosa la toma del brazo y la jala, intenta meterla en el costal. María suelta la muñeca y su bulto de cosas.



ROSA: Te metes ahí, ándale o me vas a enojar.

MARÍA: No quiero.

ROSA: ¡Que te metas!

MARÍA: ¡No quiero!

ROSA: ¡Anda!



Intenta meterla pero María no se deja. El Hombre sólo las observa.



MARÍA: ¡Ay, Rosa!



María se libera y corre. Rosa la sigue y toma la mano de metate de la mesa. María se agacha a recoger su muñeca y Rosa la golpea detrás de la cabeza con la mano de metate. María cae al piso.



ROSA: Ahora sí te metes, quién dijo que no…

¿María?...

¿María?



La revisa.



HOMBRE: Ya mataste a la chamaca. Muertos yo no cargo, ahí nos vemos. Siento tu pérdida.

ROSA: No. Espere. No está muerta, si sí respira bien, nomás se desmayó. Ayúdeme a meterla al costal.

HOMBRE: Yo sólo me la llevo. Métela tú y me la entregas.

ROSA: Está pesada, ayúdeme.



Intenta meter a María en el costal pero no puede.



HOMBRE: Si por eso son viejas, por burras. Quítate. (La mete al costal.) Traite sus cosas y mételas con ella.



Rosa mete el bulto en el costal y lo amarra.



HOMBRE: Déjalo abierto para que respire.



Sacan el costal entre los dos. Entran de nuevo. Queda el Hombre parado y Rosa entra al cuarto. Sale con dos saquitos.



ROSA: Éste es el de su paga. Este otro es para María, por favor déselo en cuanto la deje. Es para que viva por un tiempo.

HOMBRE: Yo se lo doy... No te preocupes.

ROSA: Y bueno... Creo que es todo. Llévesela y que nadie la vea. Por favor, fíjese de que no pueda regresar al pueblo… pero déjela en un buen lugar.

HOMBRE: No te preocupes, sé mi trabajo.

ROSA: Váyase ya, no vaya a llegar Pedro.

HOMBRE: Claro.



El Hombre retrocede hacia la puerta pero regresa, toma a Rosa y la besa. Rosa intenta zafarse pero él no la deja. La suelta y Rosa retrocede.



HOMBRE: Para que el trabajo lo haga bien. Nomás porque no hay más tiempo, sino me llevo a dos y no a una (Sale).



Rosa camina por la pieza. Se encuentra la muñeca, la toma, la abraza y se sienta. La acaricia y se la queda viendo. La abraza.





XII

Entra Pedro.



PEDRO: Prepárame taco que voy de salida.



Rosa se levanta, se queda viéndolo. Reacciona. Va a la cocina y esconde la muñeca.



ROSA: ¿Ya acabó de trillar?

PEDRO: No, pero esto precisa.

ROSA: ¿A dónde va?

PEDRO: Hay cosas que comprar. ¿Dónde está María?

ROSA: Fue a un mandado.

PEDRO: Ponme taco para dos días, voy a tardar. Apúrate que la gente ya se está yendo y no me quiero ir solo. Vi un hombre pasar acá frente a la casa y espero alcanzarlo para irme con él.

¿Por qué estás parada como si hubieras visto un fantasma? Apúrate que me retrasas. Debo aprovechar el tiempo, tendré que llevarme los burros.

ROSA: ¿Y eso?

PEDRO: Mi caballo se perdió, no sé si se escapó o se lo robaron, ya lo buscaré cuando regrese. Apúrate. ¡Pero muévete, mujer!



Entra al cuarto.



ROSA: Y... ¿esas compras urgen?

PEDRO: Sí. Aprovecho que hay gente saliendo para ir acompañado.

ROSA: ¿No puede ir otro día? O mande un peón.

PEDRO: Entiende que no, carajo. Apúrate que se me hace tarde.

ROSA: Mejor no vaya. Dicen que están asaltando, le puede pasar algo. Mejor mande un peón.

PEDRO: No pasa nada. La gente habla por hablar. No sabe hacer otra cosa.

ROSA: No le arriesgue. Otro día mejor con más calma. ¿Y si es cierto que están asaltando? Además no lleva caballo y el camino es largo, en burro se va a cansar. Mejor busque el caballo para ver dónde está, no sea que se perdió y anda en el monte, se lo vayan a comer los animales.

PEDRO: No seas bruta, los animales del campo no comen caballo.

ROSA: Bueno, o si se escapó y anda en casa de alguien. No vaya a hacer destrozos y luego nos los cobran, mejor busque el caballo y después se va.

PEDRO: No tengo tiempo para buscarlo y se me hace tarde.

ROSA: Yo le ayudo a buscarlo.

PEDRO: ¿Ya está el taco?



Sale del cuarto.



ROSA: Ya. Pero no tengo en qué envolverlo. No hay bolsas.

PEDRO: Manda a María por una. Que se apure.

ROSA: María no está. Fue a un mandado y va a tardar.

PEDRO: Entonces busca algo o échalos en el morral sin bolsa.

ROSA: Pero se van a enfriar. Mejor voy por una bolsa... O esperamos a que llegue María.

PEDRO: Ya hablé y haces lo que dije. Te apuras que se me hace tarde.



Rosa se acerca a Pedro y empieza a acariciarlo.



ROSA: Hace tiempo que no me hace algo. Lo extraño.

PEDRO: ¿Qué quieres?

ROSA: Que me trate como antes. Que me bese y me toque el cuerpo. Que me arañe las piernas así como le gusta.

PEDRO: No tengo tiempo para eso.

ROSA: Ándele. Hágalo. Quiero que me toque otra vez. Nada más a mí.



Pedro la toma y la sube a la mesa. Aprieta el cuerpo de Rosa con el suyo, empieza a besarla. Se aparta.



PEDRO: No me quiero cansar, voy de camino. ¿Dónde está mi taco?

ROSA: Ahí.

PEDRO: Bueno, me voy. En cuanto llegue María, se encierran. No quiero que se anden paseando por el pueblo como si fueran solas. Tienen hombre y lo respetan.

ROSA: No vaya, por favor.

PEDRO: ¿Qué te pasa? Te ves blanca. ¿Estás enferma?

ROSA: Sí, estoy enferma. Por favor, quédese a cuidarme.

PEDRO: Que te cuide María.

ROSA: María se fue y no va a regresar.



Pedro la mira.



PEDRO: Nos arreglamos a la vuelta.



Toma sus cosas y sale. Rosa permanece mirando hacia la puerta.



ROSA: No la podrás encontrar. María se fue y no va a regresar. Se fue para siempre, se fue de tu vida, se fue de tu aroma, se fue de tu sombra. Tú eres mío, sólo mío. Ella encontrará el olor de otro hombre, de su hombre. Estará bien en otro lugar, lejos de ti, de lo que es mío. No la vas a encontrar y volveremos a ser sólo tú y yo. Como siempre, como estaba escrito, sólo tú y yo. Te esperaré, Pedro, esperaré tu regreso. Esperaré el momento de tenerte otra vez a mi lado, respirando tu sombra, bebiendo tu sudor, probando tus labios. Somos tú y yo, sólo tú y yo.





XIII

Un paraje. Está el Hombre a mitad del camino con el costal en los pies. Llega Pedro.



HOMBRE: Te tardaste.

PEDRO: ¿Dónde está?

HOMBRE: En el costal.

PEDRO: ¿Cómo que en el costal?

HOMBRE: Ahí la metió tu mujer.

PEDRO: ¿Qué se cree esa pendeja? Sácala de ahí, se va a ahogar.

HOMBRE: Eso si respira. Rosa le atizó en la cabeza con la mano del metate (Ríe.)

PEDRO: Imbécil. ¿Por qué la dejaste?

HOMBRE: Para que no sospechara. Pero total, ahí tienes a la chamaca. Te la dejo. Está viva, todavía respira. Ahora me das mi paga y nos vemos.

PEDRO: Te voy a dar pero una fuetiza.

HOMBRE: Me dijiste que te diera a la chamaca. Ahí la tienes. Ahora, mi pago. No me gusta el juego.

PEDRO: Da gracias que es lo único que te doy.

HOMBRE: Pues los dos servidos, seguimos nuestro camino.

PEDRO: ¿Rosa te dio algo?

HOMBRE: Nada.

PEDRO: ¿Nada?

HOMBRE: Nada bueno.

PEDRO: ¿Te dio dinero?

HOMBRE: Si me dio o no, ya es negocio mío y de tu mujer. Tú sales de ese trato.

PEDRO: El dinero es mío, no de Rosa.

HOMBRE: Eso lo aclaras con ella. Me voy, el día empieza y hay que aprovechar la luz. Ahí está tu mujer.

PEDRO: ¿Qué sabes de un caballo?

HOMBRE: ¿Qué?

PEDRO: ¿Qué sabes de un caballo?

HOMBRE: Pues que relincha y tiene cuatro patas.

PEDRO: No estoy para bromas. Se me perdió el mío, me pregunto si no lo has visto.

HOMBRE: Todos los caballos se parecen.

PEDRO: Eres gracioso.

HOMBRE: Nací con chispa.

PEDRO: Vete, el camino es largo y el día empieza.

HOMBRE: De acuerdo. Ahí te dejo a tu chamaca.

PEDRO: ¿Seguro que está viva?

HOMBRE: Revísala.

PEDRO: Rosa se va a arrepentir.

HOMBRE: Eso es cosa tuya. Con tus asuntos no me meto. Nos vemos.

PEDRO: Estoy seguro que volveré a verte. (Abre el costal.)

HOMBRE: Cuando quieras. Tus mujeres son buen negocio.





XIV

Casa de Pedro. Rosa sentada, adorna con flores la muñeca. Entra Pedro cargando a María. Rosa voltea y lo mira. Queda petrificada.



PEDRO: Mira lo que me encontré. Estaba jugando a las escondidas.

ROSA: ...

PEDRO: Debes checar bien cuando te vayan a hacer mandados, luego no los cumplen como tú quieres.

ROSA: ...

PEDRO: Ahora sí podemos buscar el caballo. A lo mejor está jugando a las escondidas como María.

ROSA: ...

PEDRO: ¿Tienes idea de por dónde puede estar?

ROSA: ...

PEDRO: Creo que sí tienes idea.



Recuesta a María en el piso, avanza lentamente hacia Rosa, ella retrocede al mismo ritmo sin soltar la muñeca.



ROSA: No... No sé en dónde pueda estar.

PEDRO: Qué lástima. Esperaba que me lo dijeras por las buenas. Quería que fuera más fácil.

ROSA: No sé.

PEDRO: ¿Y de María? ¿Sabías en dónde estaba?

ROSA: ... No.

PEDRO: Mira cómo son las cosas. No creí que llegaras a tanto, Rosita. En verdad que me sorprendiste. Es más, hasta me podrías gustar por eso, pero ni así me interesas.



Toma a Rosa y la besa.



PEDRO: Eres simple, sin sabor, sin semilla. Eres mazorca vieja, de la que comen los marranos.

ROSA: Soy tuya.

PEDRO: Yo no tengo porquerías. ¿Querías jugar a las escondidas con María, no? Pues ahora vamos a jugar todos. Cuento hasta tres y ya te quiero bien escondida, no quiero verte ni el polvo. Escóndete bien, Rosa, no sea que me canse de contar y te encuentre.

ROSA: Fue por ti.

PEDRO: Cállate.

ROSA: Fue por ti.

PEDRO: ...

ROSA: Todo. Lo hice por ti, todo.

PEDRO: Gasta tus fuerzas en algo que interese.

ROSA: Soy tu mujer.

PEDRO: Sólo tengo una mujer y la que tengo en casa.

ROSA: Estoy en casa.

PEDRO: Estás tardándote para salir. Te di tres, empiezo a contar.



Rosa se lanza hacia Pedro y lo besa. Pedro la rechaza. Rosa lo mira fijamente.



PEDRO: Eres simple, como muerto, sin sabor, sin olor. Simple como la tristeza.



Silencio. Rosa queda de pie, viéndolo.



PEDRO: Uno. Dos.

ROSA: ¿Me quieres?

PEDRO: No me alteres, Rosa.

ROSA: Soy de ti, de cada parte, de todo el tiempo. Soy de ti.

PEDRO: Tres.



Pedro toma a Rosa y la lleva a la puerta. Rosa se aferra a él, suelta la muñeca. Rosa se suelta de Pedro para recogerla.



ROSA: A María no le harás daño.



Pedro saca a Rosa de la casa con la muñeca. Toma el taco que Rosa le preparara antes y se lo avienta.



PEDRO: Para que no te vayas hablando.



Pedro cierra la puerta. Regresa con María y la levanta mientras se escuchan golpes en la puerta. Se sienta y la recuesta en sus piernas. La acaricia.



PEDRO: ¿María? ¿María? Olor a durazno...  (La besa.) ¿María?





XV

Noche de luna llena. Ulular de un búho. Luces de luciérnagas. Aparece Itadaa iluminada por la luz de la luna. Busca desesperanzadoramente.



ITADAA: ¿Se'ya si'i meeni? ¿Ini meeni? Ñeyivi meeni, se'ya yikin meeni.[2]



Risas de niños que se convierten en llanto. Desaparece la princesa desvaneciéndose al tiempo que todo se obscurece.





XVI

Tres  mujeres en el puente. Sopla un aire frío. Llega Rosa con la cabeza descubierta.



MUJER 1: Un niño más que muere, qué nos espera.

MUJER 2: Y la señal que no llega. Hemos perdido el tiempo. Todo sigue igual y nosotras esperando que alguien nos diga qué debemos hacer.

MUJER 3: No desesperes.

MUJER 1: Buenas, Rosita.

ROSA: Buenas.

MUJER 3: ¿Qué haciendo sola?

ROSA: Camino.

MUJER 2: ¿Sola? No deberías hacerlo.

ROSA: ...

MUJER 1: Cúbrete la cabeza, mujer, estás casada y debes respetar a tu marido.

ROSA: Me estaba ahogando.

MUJER 3: No es razón para buscar la deshonra de tu hombre.

ROSA: Yo no tengo hombre.

MUJER 1: ¡Jesús, mujer! ¿Qué dices?

MUJER 2: No te manches la boca con blasfemias.

MUJER 3: Tienes al mejor hombre del pueblo. Muchas quisieran tenerlo.

ROSA: No tengo hombre, no tengo nada.

MUJER 1: Cállate, chamaca. Suficientes problemas hay ya en el pueblo como para que los agrandes.

MUJER 2: Hace tanto que no llueve, las cosechas se están perdiendo. Deberías preocuparte por estos males en lugar de decir esas cosas.

ROSA: Es la verdad, no tengo nada.

MUJER 1: Tienes casa y hombre, es más de lo que puedes pedir. Lo necesario para ser mujer.

MUJER 2: Suficiente para ser digna de llamarte esposa y madre. Lo tienes todo.

ROSA: Creí tenerlo.

MUJER 1: ¿Qué te lleva a mancharte así los labios? ¿Por qué hablas de esa forma?

ROSA: Porque es la verdad. No tengo casa, no tengo hombre.

MUJER 3: ¿Y Pedro?

ROSA: Pedro murió. Se murió lentamente, se ahogó en mis lágrimas.

MUJER 1: ¿Qué estás diciendo? ¿Murió Pedro?

MUJER 3: ¿Cómo fue?

ROSA: Me tomó entre sus brazos, me acarició el pelo y me dio un beso. Después dejó de ser mío.

MUJER 1: ¿Cuándo fue?

MUJER 2: Hay que avisar.

MUJER 3: Que la gente se entere.

MUJER 1: Lo que faltaba. Ya murieron niños, ahora van a morir nuestros hombres. ¿Hasta dónde vamos a llegar?

MUJER 1: Y murió Pedro. Otro hubiera muerto.

ROSA: Pedro no murió. Me corrió de su lado. Abrió la puerta y me echó de la casa.

MUJER 3: ¿Cómo? ¿Qué estás diciendo?

ROSA: Me llamó simple, sin semilla. Me tomó entre sus brazos y me echó.

MUJER 2: ¿Pues qué hiciste?

ROSA: Amarlo. Quererlo como quiere la tierra el agua. Quererlo tanto hasta quedarme seca.

MUJER 1: ¿Qué dices, mujer?

ROSA: Sólo defendí lo mío.

MUJER 2: ¿Entonces, Pedro no ha muerto?

ROSA: No.

MUJER 3: ¿Por qué dijiste que murió?

ROSA: Porque yo lo maté. Lo maté dentro de mí. Le corté las ramas... pero las raíces no quieren morir.

MUJER 2: ¿Por qué te echó?

ROSA: Por quererlo.

MUJER 1: Por querer a alguien no te corren. ¿Qué hiciste?

ROSA: Quererlo. Si no pueden creerme, no es mi problema. Con permiso.

MUJER 3: No te vayas, Rosita. Puedes confiar en nosotras. Somos como unas madres.

MUJER 2: Somos viejas, por eso somos sabias. Mucho hemos visto en este pueblo, mucho vivimos, mucho sentimos.

MUJER 1: ¿Qué tiene tu corazón adentro? Puedes decirlo.

ROSA: Nada, está seco.

MUJER 3: ¿Cómo puede estar seco? Eres joven, no debes hablar así.

ROSA: Estoy seca. ¿Por qué mi corazón no?

MUJER 1: No es bueno que hables así, muchacha. A tu edad yo soñaba apenas con tener un hogar, con tener un hombre al que atender. Yo quería un hombre para quererlo, para servirle. Quería darle hijos, que fuera feliz.

MUJER 2: Míranos ahora. De los sueños, sólo nos quedan los recuerdos. No podemos esperar otra cosa. Tú eres joven y agraciada. Tienes al mejor hombre del pueblo.

MUJER 3: Tienes un potro, un semental. Tienes la dicha que otras quieren.

MUJER 1: María es tierna y hermosa, pero le falta la fuerza de una mujer.

ROSA: Pedro me echó. No quiere nada de mí. No quiere ni mi polvo en la casa.

MUJER 2: ¿Pues qué hiciste, muchacha?

ROSA: Estábamos bien, los dos, sólo los dos. Pero llegó María y rompió lo que teníamos, me robó el hombre. Lo embrujó o no sé qué hizo. Yo sólo hice lo que el corazón me dijo.

MUJER 3: Tus padres le entregaron a María. Ella fue una buena mujer y les obedeció. Pedro encontró en ella algo bueno, por eso la aceptó en su casa y por eso vivieron las dos bajo su mismo techo.

MUJER 2: Las dos hermanas compartieron el hombre por deseo de Pedro. No hay mal en eso.

ROSA: ¿Ustedes compartirían el hombre?

MUJER 1: Si es su deseo, hay que respetarlo. Él sabrá porqué.

MUJER 2: Ustedes son hermanas, no hay pecado.

ROSA: Pedro era mío y me robaron su aire. ¿Por qué no reclamarlo? Sentir su carne en mi carne de nuevo, gozar su mirada y no los restos. Pero él prefirió a la niña y me echó de su lado. Por eso vendí a María. Un hombre se la llevó; pagué para que la desapareciera, pero Pedro la encontró. Ahora ya no tengo nada. Ni hombre ni hermana.



Silencio.



MUJER 1: ¡Jesús, mujer!

MUJER 2: ¿Qué pecado has cometido?

ROSA: Sólo quise recuperar lo mío. Hasta entregué mi cuerpo... pero no fue suficiente.



Silencio. El aire empieza a soplar más fuerte. Las mujeres se miran.



MUJER 3: ¿La señal?

MUJER 2: ¿El tiempo ha llegado?

MUJER 1: La espera termina.

MUJER 3: Debemos estar todas. Deténganla (Sale en busca de las otras mujeres.)

MUJER 1: No puedo creer lo que estás diciendo.

MUJER 2: En muchos años esto no había sucedido.

MUJER 1: ¿Qué vas a hacer sin un hombre?

MUJER 2: Sola.

MUJER 1: Pero tú misma renunciaste a la vida.

ROSA: Yo no renuncié a la vida. Ahora lo que quiero es vivir. Estoy cansada de esto. Me voy a la tierra, a trabajarla, a sangrarme las manos con ella. Voy a empezar a vivir.

MUJER 2: Trabajar la tierra es cosa de hombres, tú no puedes hacerlo, no está permitido.

ROSA: Puedo y lo voy a hacer. Si no pudiera, no lo haría, pero puedo y lo haré.

MUJER 1: No quieras atentar contra lo establecido. Así hemos vivido siempre y así es como se debe. La mujer está para respetar al hombre. Si el tuyo te echó, espera a que otro se compadezca y te recoja.

ROSA: Con permiso.



Las mujeres detienen a Rosa.



MUJER 2: Deja de decir tonterías. Está bien que Pedro te haya corrido y que eso te tenga triste. Pero debes despertar, abre los ojos y mira las barbaridades que estás diciendo.

ROSA: Suéltenme. No son barbaridades, es la verdad. Miren. (Con dificultad logra sacar la muñeca de María.) Tanto tiempo entregado, tantas cosas hechas por él y en su casa sólo era esto.

MUJER 1: Deja de decir desventuras. Ahora entiendo por qué las cosas estaban tan mal en el pueblo. Tu mal era tanto que invadió todas las casas. Los males que vivimos eran por tu culpa.

MUJER 2: La tierra misma lo reclamaba. Pero sabíamos que tarde que temprano llegarías.

ROSA: No sé de qué están hablando. Ahora, suéltenme.



Van llegando las otras mujeres.



MUJER 3: Acá está, se los dije. Por fin el tiempo llegó.

MUJER 1: Vendió a María con un hombre, la quiso echar del lado de Pedro. Por eso Pedro la botó, por estar seca y querer faltar a sus deseos. Incluso entregó su cuerpo.

MUJER 2: Ahora quiere vivir sin un hombre, quiere dejar de ser mujer y trabajar la tierra.

MUJER 5: La tierra sólo la pueden trabajar los hombres. Son ellos los que la fecundan con sus manos, son ellos los que depositan la semilla para que germine.

MUJER 6: La tierra es una madre que espera ser fecundada por el hombre, es una mujer abierta. Las mujeres no pueden poner en ella sus manos.

ROSA: La tierra sólo es tierra. La semilla nace con el agua, no porque el hombre la fecunde.

MUJER 1: Cállenla.

MUJER 2: Su mal se apoderó del pueblo. Los niños murieron por su culpa.



Las mujeres la agarran. Intentan cubrirle la cabeza. Rosa tira la muñeca.



MUJER 3: Tápate.

MUJER 1: Ya fue mucho el mal que soltaste.

MUJER 2: No mereces que el sol te acaricie los cabellos.

ROSA: Déjenme. Tengo prisa.

MUJER 4: ¿A dónde vas?

ROSA: Con mis padres. Necesito hablar con ellos.

MUJER 5: Déjalos, no los molestes. No merecen escucharte.

MUJER 6: Eres una mala hija.

MUJER 5: Mala mujer.

MUJER 4: Mala esposa.

MUJER 3: Mala madre.

MUJER 2: Estás seca, no puedes tener familia.

MUJER 1: Seca tú, seca la tierra.

MUJER 3: El cielo te abandonó. No quiso dejar en ti su agua.

MUJER 6: De ti sólo se puede esperar mala hierba.

ROSA: No saben lo que dicen. Suéltenme.

MUJER 2: Ya fue suficiente de sufrimientos. Hay que hacer algo.

MUJER 4: El mal termina cuando la causa muere.

MUJER 1: Eliminemos la causa.

MUJER 5: Debemos estar seguras, no nos vamos a manchar las manos.

MUJER 4: Sólo necesitamos una confirmación. Este aire frío es una señal.

MUJER 1: Es verdad, ella llegó con el aire.

MUJER 3: Nos la trajo.

MUJER 6: Es suficiente.

MUJER 2: Debemos estar seguras.

ROSA: No sé de qué hablan. Déjenme.



De entre el monte se escucha el mugido de un toro que pasta.



MUJER 1: ¡Ahí está!

MUJER 2: La señal.

MUJER 3: Es suficiente, todo está puesto.

MUJER 4: Nuestra espera termina.

MUJER 5: El cielo lo reclama.

ROSA: Déjenme, lo único que hice fue soñar con lo mío, yo no busqué ningún mal.



Intenta recoger la muñeca



MUJER6: Pero lo encontraste.

MUJER 5: Que este mal se termine.

MUJER 1: Acabemos con ella.

MUJER 2: Por el bien del pueblo.

MUJER 3: Por el bien de los ancianos.

MUJER 4: Por el bien de los niños.

MUJER 5: Por el bien de los jóvenes.

MUJER 6: Por el bien de los hombres y las mujeres.

ROSA: Yo sólo quiero empezar a vivir (Recoge la muñeca).

MUJER 1: La vida te la negaste tú.

MUJER 3: Te maldijiste y tus maldiciones se irán contigo.

MUJER 5: El mal no puede contra el bien.

MUJER 4: Y a ti maldita, se te acabó el tiempo.



Comienzan a golpearla, se oye un trueno y queda todo oscuro.





XVII

Oscuro. Sonido de truenos, se oye una lluvia ligera. El sonido de la lluvia va disminuyendo, se  escuchan voces.



MUJER 1: ¿En dónde la dejamos?

MUJER 2: Nadie debe saberlo.

MUJER 3: Que parezca accidente.

MUJER 4: Hay que dejarla en una barranca.

MUJER 5: Sí, hay que arrastrarla hasta una y la tiramos.

MUJER 6: Que parezca que se cayó y que los zopilotes se la coman.

MUJER 4: Aves del diablo que comen carne podrida.

MUJER 5: Que se la coman a ella que se pudrió cuando estaba viva.

MUJER 1: Que el mal regrese con el mal.

MUJER 3: Con cuidado.

MUJER 2: Que nadie nos vea.

MUJER 4: No tenemos por qué escondernos. Lo que hemos hecho es por el bien del pueblo.

MUJER 6: Terminémoslo.



Pausa. Luz lenta y progresiva.



MUJER 1: No quiere soltar esto.

MUJER 2: ¿Qué es?

MUJER 1: Una muñeca. Pero es muy fea. Parece de bruja.

MUJER 3: Una prueba más. Hemos hecho lo correcto.

MUJER 5: Hay que deshacernos de ella.

MUJER 6: Tírala.

MUJER 4: No, quémala. Que no quede nada.

MUJER 1: ¿Dónde?

MUJER 6: Acá. Que no la apague la lluvia.

MUJER 5: Antes hay que escupirla para que no nos pase nada.



Escupen la muñeca.



MUJER4: Listo. Ahora a quemarla y esto se acaba.

MUJER 3: Vámonos.

MUJER 2: En silencio.

MUJER 1: Es tiempo de que la paz regrese al pueblo.

MUJER 2: El orden está restablecido.

MUJER 3: Está lloviendo. La tierra se abre.

MUJER 4: Es una madre fecunda.

MUJER 5: Lo seco se termina.

MUJER 6: La vida regresa.

MUJER 2: Es tiempo.



La muñeca se quema al tiempo que queda solo en el suelo el cuerpo  inerte de Rosa. La luz se consume junto con la muñeca hasta llegar al



Obscuro  total.


[1] Mi pequeña María (mixteco).
[2]¿Hija mía? ¿Corazón mío? Mi mundo, mi vida. Hija tierna mía” (mixteco).

* Obra escrita en el Diplomado en Dramaturgia en la Ciudad de Oaxaca de Juárez organizado por la Fundación Cultural Crisol A.C.
Finalista del Premio Nacional de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo 2004.
Presentada en lectura dramatizada dirigida por Pedro Lemus en la Cuarta Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia en Querétaro, Qto.